9 de febrero de 2008

Radiohead (c) James Dimmock

Thom Yorke explica como convertir un disco en una gran noticia cultural.

Los sábados por la tarde, Thom Yorke disfruta llevando a sus hijos al Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford, un edificio gótico y señorial situado en la periferia de la ciudad. Caminan alrededor del gran atrio, dejan atrás el cráneo de la ballena jorobada, apuntalada como una trampa gigante para osos; luego observan el dodo embalsamado que se esconde en la galería y las tétricas estatuas de los grandes científicos de la historia. Las estatuas lucen extremadamente realistas excepto por los ojos, que, por alguna rara decisión escultórica, sobresalen con órbitas enteramente blancas. Newton se muestra pensativo y juvenil; Darwin barbudo y estoico; Aristóteles tiene un look irracionalmente furioso, pero todos se parecen en su tenebrosa mirada de ojos muertos. Y desde luego, los hijos de Yorke adoran los enormes esqueletos de dinosaurios que dominan la sala, mirando de reojo con poses abominables. Aproximadamente hace unos ciento cincuenta años, un endeble y tartamudo matemático de Oxford llamado Charles Dodgson llevó al museo a la pequeña hija del decano, Alice Liddell. Para entretenerla, fabricó historias fantásticas sobre el dodo y los demás animales, que acabarían publicadas bajo un seudónimo, Lewis Carroll, como Alicia en el país de las maravillas. Yorke, de 39 años (tiene una hija de tres años y un hijo de seis), también suele escribir sobre animales, aunque no especialmente para entretener a los niños.«Myxomatosis», del álbum de Radiohead Hail To the Thief (2003), es el hombre una horrible enfermedad que acaba con los conejos. La canción abre con la frase «el gato callejero volvió a casa con media cabeza colgando…». Después está «Weird Fishes/Arpeggi», un tema del reciente álbum In Rainbows, en el que Yorke se imagina en el fondo del océano, mordisqueado por peces y gusanos. El plural de la palabra «fish» [pez] es una elección inusual, y siempre que Yorke canturrea las palabras «weird fishes» (extraños peces), la cuestionable gramática lo hace sonar como un estudioso que perdió la razón.
El resto de la canción tiene una cualidad que bien podría definirse como sumergible, apagada, y el arpegio del título reforzado por una percusión libre pero insistente, con notas de guitarra que ocasionalmente se entretejen como un tambor metálico aplastado bien al fondo por la mezcla. En otro curioso giro lírico, Yorke canta suavemente «your eyes, they turn me…» («tus ojos me encienden…»), y crea una interesante tensión al dejar la frase incompleta. Con varias referencias a la libertad («¿por qué debería quedarme aquí?»; «todo el mundo se escapa si encuentra una oportunidad»), la canción podría pasar por una mórbida parodia al primer Bruce Springsteen, como si los protagonistas de «Thunder Road» recibieran librarse del peso de Nueva Jersey tirándose del puente.
«Toca fondo», canta Yorke en las últimas líneas. «Y escápate».

A unas pocas cuadras del museo de historia natural se encuentra el Old Parsonage, un edificio con varios siglos de antigüedad donde vivió Oscar Wilde durante sus años de estudiante, y donde hoy funciona una pintoresca y atestada taberna. Aquí se hará la entrevista y Yorke llega con la cara arrugada y sin afeitar; aunque luce acorde a su edad, o parece incluso más grande, él es el miembro de comportamiento más juvenil de Radiohead. Es pequeño, inquieto, y esta mañana viste unos jeans gastados, un buzo de capucha gris y una mochila con los abrojos sobre los hombros. Cuando una hora más tarde llega el guitarrista Ed O’Brien y se sienta al lado de Yorke, es como un estudio de contrastes, ejemplos en crudo sobre cómo los buenos y malos estudiantes suelen comportarse: Yorke retorciéndose y con el pelo hecho un desastre, baja la cabeza de a ratos y se limpia la nariz con la manga del buzo, mientras O’Brien, unos centímetros más alto que el cantante, de una perfecta y serena compostura, mueve apenas la cabeza cada vez que habla con precisa pronunciación.
Los tres estamos en un área vacía del lobby en una mesa del costado, un hombre de negocios japonés tipea silenciosamente en su laptop, y en la chimenea comienza a repiquetear el chasquido de las llamas; «fuego», advierte Yorke y murmura: » deberían haber puesto una estufa, es más eficiente». El ojo izquierdo del cantante se dañó tras una serie de operaciones que tuvo de chico y quedo con la persiana baja de por vida. Pero esta mañana los dos están cerrados, bizcos, montados sobre una sonrisa soñolienta. Su hija, anoche, tuvo una tos convulsa que mantuvo a toda la familia despierta.
In Rainbows, el séptimo álbum de Radiohead, fue lanzado en octubre y todo comentario respecto de la música fue opacado por el singular modo de distribución. Como todo el mundo sabe, el grupo, a través de un sorpresivo anuncio, decidió ponerlo en circulación en modo download desde su sitio web, para lo cual los fans pueden pagar lo que desean (desde nada hasta 99,99 libras esterlinas, unos $ 700). Aunque Radiohead rehusó hablar de números oficiales, las estimaciones del grupo de sondeos comScore (que en la banda declara inexactas) dicen que el experimento fue un suceso. Según comScore, un «porcentaje significativo» del 1,2 millón de visitantes del sitio descargó el álbum en octubre pasado. Asimismo, aunque sólo dos de cada cinco usuarios pagaron el disco, las donaciones promedian unos seis dólares por descarga, de los cuales, descontando gastos de costo, quedan $ 2,26 netos como ganancia por unidad; más de lo que Radiohead ganaría en un negocio discográfico convencional. Y esto sólo en cuanto descargas: la versión del disco compacto debutó el 1º de enero en Gran Bretaña y los Estados Unidos, ubicándose de movida en el primer lugar de las listas de ventas.
El plan de descargas fue elaborado por los managers del grupo, Chris Hufford y Bryce Edge («cuando estaban un poco pasados de rosca», acota irónico el guitarrista y multiinstrumentista Jonny Greenwood), durante el largo parate que se abrió entre la salida de Hail To The Thief – el disco que marcó el fin de las relaciones contractuales entre el grupo y una multinacional – y la grabación de In Rainbows.
«Pobres muchachos – bromea Yorke – tenían un montón de tiempo para pensar.» Hufford y Edge manejan a Radiohead desde los inicios, cuando la banda aún se llamaba On A Friday y tocaba en pubs de Oxford. La idea de las descargas fue, en parte, una respuesta al hecho de que todos los discos de Radiohead, desde Kid A, están siendo bajados por Internet.
«es un elogio que la gente quiera adelantarse a tener lo que estamos haciendo», reconoce Yorke, que habla sin apremios en un tono bajo. «Pero si no es la versión definitiva, si los temas están sin terminar, si no tuvimos la chance de hacerlo como queríamos, es un poco injusto. Así que nos sentimos un poco liberados de tener el control total».
«Sí me muero mañana, descansaré en paz, sabiendo que no tuvimos que seguir trabajando con esa enorme industria que no me representa para nada – continúa -. Pero la idea no era hacer una declaración de principios. Es decir, sabíamos que sería como perder el tiempo con boludeces. Pero queríamos darle el disco a tanta gente que estuvo esperándolo pacientemente durante cuatro años. Pensé que sería como chapotear en un charco, y al final me sorprendió la reacción de los medios.»
«A diferencia de un montón de material de Radiohead, esta idea nació realmente del aburrimiento – agrega Greenwood -. No quisimos caer en lugares comunes».
En algunos ámbitos hubo quejas sobre la calidad sonora de In Rainbows, pero sorprendentemente, considerando la complejidad de sus discos, ningún miembro del grupo es un nerd audiófilo. «Esa cosa de la alta fidelidad me enferma – dice Jonny Greenwood -. Una vez estaba en Londres hablando con un tipo de un de un sello, y surgió ese tema; yo le dije que la alta fidelidad es un problema de tipos cincuentones, que quieren grabar discos como cuando eran adolescentes y eso nunca van a conseguir. Nunca se sentirán igual de excitados como cuando escucharon por primera vez esa música que salía de un solo parlante; no llegarán ni cerca». Luego, Greenwood sonríe tímidamente. «Más tarde me di cuenta de que el tipo tenía un equipo de audio magnífico e invertía todo su dinero en mejorarlo».
Se ha sugerido que el plan «pagas lo que te gusta» fuerza a la gente a hacer una elección ética; a detenerse y reflexionar: «OK, ¿qué representa esta obra de arte? ¿La hizo alguien con quien siento afinidad? ¿Me dice algo?». Pero, según Yorke, «en cierto sentido eso es posterior al hecho en sí. Nosotros sabíamos que si subíamos el material a cambio de nada nos iba a significar una enorme fortuna, solamente por el hecho de pagar cada vez que alguien hace una descarga. Siempre ha habido cierta integridad en la gente que nos sigue por Internet. ¿Eso es una elección ética? No lo sé». Sonríe. «Quizá si tuvieran que comprar una cabra».

Tras el lanzamiento de OK Computer, los críticos se apresuraron a canonizar a Radiohead como el primer gran grupo post Nirvana; un honor que, una década después, parece más apropiado que nunca, a medida que el grupo continúa avanzando por territorios desconocidos. Las canciones de la banda, flotantes y atmosféricas, tienen el espacio suficiente para llenar estadios, y Radiohead se convirtió en una de las mejores bandas en vivo de su generación. Al mismo tiempo, la dirección más experimental que tomó la música (los falsos comienzos y melodías sepultadas, la desprolija electrónica y las disonancias avant-garde) no sólo complementa el afectado sufrimiento de las letras de Thom Yorke, sino que además documenta la herida de nuestra época y se escucha como la banda sonora de un futuro filme sobre el malestar del siglo XXI temprano.
Cuando en 2004 terminó en tour de Hail To The Thief, los músicos se tomaron un año sabático para permanecer con sus familias. Yorke, en pareja con la artista plástica Rachel Owen desde que compartían aulas en la Universidad de Exeter, nunca hablo demasiado sobre su vida familiar. Si le preguntan sobre la reacción de sus hijos respecto de la música, se pone malhumorado; piensa por un momento y luego responde: «mira a mí me gustan los Chili Peppers. Los escucho bastante en casa. Pero todavía no pusimos nuestro nuevo disco».
– ¿Decidiste no ponerlo?
– Bueno es que… creo que mi chica no estaba lista para oírlo, después de haberme visto trabajar tanto en la grabación.
– ¿No escuchó nada?
– Todavía no, ya lo escuchara… pero es algo difícil para ella, que vivió conmigo todo proceso. A ella no le gusta eso. Así que no está realmente lista para escuchar esa música ahora mismo.
– ¿Sería más feliz si no hiciera música?
– Sí, posiblemente.
– Diríamos que trabajar en un disco te vuelve un tipo difícil.
– ¿Vivir con eso? Lo que dijiste es un ciento por ciento cierto. Si. Y sin embargo ella está conmigo.
– Tu mujer es también artista. ¿Alguna vez le pediste su opinión sobre lo que haces?
– Y si… bueno, es que… pasa a la siguiente pregunta.

Los cinco miembros de Radiohead están casados o tienen pareja desde hace largo tiempo, y cada pareja tiene al menos dos hijos. «Me parece que funcionamos como banda desde que tenemos 30 años», dice Jonny Greenwood. «En ese sentido, somos como los Pixies; quizá por eso nos gusten tanto. Cuando escuché que se volvieron a reunir, para mí tenía sentido, porque siempre los vi como una unidad. Nunca fueron adolescentes y con nosotros pasa lo mismo.»
Greenwood, de 36 años, es el miembro más joven del grupo. Es tímido, desgarbado; posee un refinado sentido del humor y un excéntrico gusto musical, incluso para una banda como Radiohead (se dice que pasó la mitad de 2005 escuchando sólo discos de dub) a la una de la tarde llega su sandwich de salmón con ensalada; no hay vajilla de plata y eso no le importa a Greenwood, que comienza pellizcando las rebarbas de lechuga con los dedos. Su personalidad no desentona en absoluto con la primera imagen pública que se vio de él en el videoclip de «Creep» (1994); allí sacudía la guitarra con tal violencia que semejaba un policía sacudiendo un manifestante. El hermano de Jonny, el bajista Colin Greenwood, tiene 38 años y llega con un corte de pelo mod y campera de cuero negra. Es el único integrante de Radiohead que podría pasar por miembro de Oasis. Cuando habla, le gusta detenerse a mitad del discurso y perder la mirada en el espacio; eventualmente retorna con un «yeaaaah», pero nunca queda claro si está aburrido, drogado, buscando la palabra exacta o enfatizando su volatilidad para generar cierto aire de comedia. Colin se graduó en la carrera de Literatura en Cambridge; su esposa es novelista y él demuestra haber leído haciendo referencias a un vasto catálogo, de ser la biografía de Oscar Wilde por Richard Ellman hasta el libro de cocina de Bill Bufford, Heat.
El baterista Philip Selway, de 40, es el tipo más elegante de Radiohead, y de buen vestir (como todo hombre calvo); luce un poco como asesino a sueldo, aunque se destaca por su candidez y aspecto de chico bueno. O’Brien tiene 39 y se casó recientemente con su novia de siempre; en lugar de hacer una despedida de soltero, se fue de campamento a un remoto cerro inglés con Yorke, el guitarrista de The Smiths, Jonny Marr y los Chemical Brothers. O’Brien es el único miembro de Radiohead que ya no vive en Oxford, donde los cinco músicos crecieron y se conocieron cuando eran estudiantes. Ahora, dice el, su esposa no le permitiría vivir en otro lugar que no sea de Londres.
Yorke concede que permanecer en Oxford » posiblemente sea un 50% de inercia». Más tarde, Colin elabora una hipótesis. «Es algo de lo que no se habla, y es que si nos vamos de Oxford podríamos perder nuestra magia. En Londres podríamos distraernos con las luces de la gran ciudad. Miralo a Ed».
Selway, que sigue la charla con atención, sonríe y acota: «es la sombra del tipo que conocimos». «Tal cual», responde Colin. «Ahora le interesan las cosas superficiales, como tener el último par de zapatillas; lo que esté de moda en Londres.»
«Y bueno, ellos hablan sobre las costumbres londinenses», agrega Selway.
«Cuando viene a ensayar con nosotros – retoma Greenwood -, nos trata como a esos viejitos que se reúnen en el pub del pueblo, con el reloj de madera en una esquina y un par de conejos muertos colgando de la puerta.»
La broma provinciana ya no es completamente una broma. Cuatro de los cinco miembros de una de las bandas más grandes del rock decidieron permanecer en su pequeña ciudad natal, aunque eso sí, es una ciudad universitaria. Pero es especialmente curioso recordar que uno de los temas recurrentes en Radiohead es lo aterrador de la vida moderna aquí se han quedado, entonces: en una ciudad medieval, rodeados por los fósiles de un extinguido imperio.
En parte, la banda parece disfrutar del benéfico anonimato que permite un lugar como Oxford. Una mañana, se preparaban para una sesión de fotos en un parque cuando se toparon con una división completa de escuela, corriendo durante la hora de gimnasia; ninguno de los estudiantes reparo en ellos. Yorke dice que en verano puede andar a los saltos por la ciudad, porque los turistas, que llegan en masa, suelen ser un poco más cholulos.
Un rato más tarde, Colin me invita a recorrer la ciudad. Mientras atravesamos el imponente muro del Oriel College, Colin dice que siempre le esquivo a la escuela porque los estudiantes eran un tanto velludos. Al notar mi cara de desconcierto agregó: «machos, ¿cómo dicen ustedes? descerebrados».
Al final de High Street, nos zambullimos en el mercado histórico de Oxford. En la vidriera de una carnicería, una hilera de gansos preparados para Navidad cuelgan del cuello, con sus cabezas discretamente ocultas bajo capuchas en miniatura. Pasamos luego por un restaurante llamado Brown’s. «Ed solía trabajar en otro local de Brown’s», dice Colin.» Por entonces el usaba pelo largo, atado al estilo cola de caballo.»
Entonces, Greenwood me lleva por una escalera que se dirige a Georgina’s, la cafetería donde Yorke y él solían pasar el tiempo durante la adolescencia. «Nos juntábamos con otros góticos para hablar de Bauhaus y cosas así», dice. «No he estado aquí en los últimos 15 años».
Subimos la angosta escalera y entramos en el café, cuya atmósfera se percibe típicamente colegial. Las paredes están cubiertas con posters de rock y películas y, apenas entramos, como si estuviese programado, empieza a sonar el super inglés y nostálgico «Waterloo Sunset» de los Kinks. Colin agranda los ojos y exclama: «bueno, esto ya es demasiado…».
Ordenamos dos tazas de chocolate caliente y Colin me cuenta que a finales de los 80 salía a caminar por George Street en busca de raves ilegales. O’Brien, que estudió en Manchester («todo por los Smiths», dice Greenwood) fue un entusiasta partícipe del extasiado Verano del Amor británico, y Yorke también fue DJ mientras estuvo en Exeter. Coliín recuerda que no usaba alias de DJ, pero la gente le compraba cervezas durante toda la noche y a la una de la madrugada estaba tan borracho que apenas podía distinguir las bandejas tocadiscos. Por entonces habría de llegarle una epifanía, cuando un amigo universitario armó un mini happening como parte de su tesina. Yorke, su novia Rachel y otro amigo llamado Stanley Donwood (el artista que diseñó todo el arte de tapa de Radiohead, excepto el de Pablo Honey) recibieron un papel con instrucciones para llegar hasta cierto pub con bolsas de dormir. De ahí fueron llevados al campo y después guiados con soles de noche hasta llegar a un valle la fiesta siguió hasta cuatro; después, el amigo universitario los despertó gritando: «arriba, ¡hora de morir!». Y los llevó hasta un lago donde, según recuerda Yorke, «había un dragón lanzando fuego cuando empezó a salir el sol. Fue la noche más increíble». Por desgracia, el amigo del grupo no documentó apropiadamente la rave y su tesina quedó en la nada.
«Ese fue el período más influyente para todos nosotros – dice Yorke -. Los Happy Mondays, los Stone Roses, finalmente, Nirvana. Fue un interesante período de transición: un montón de material electrónico, muchas bandas independientes, y además todo podía mezclarse. Por eso me sorprendió la reacción de la gente cuando sacamos Kid A; nos decían: «no pueden hacer eso ¡es terrible!».
Yorke es mucho menos respetuoso en lo que respecta al rock clásico. Nuestra entrevista tuvo lugar dos días antes de la reunión de Led Zeppelin en Londres. Cuando le pregunté si le interesaba el show me respondió: «la verdad que no. Mi pareja quería ir, le dije que estaba cansado. Quizá si vuelven a tocar… pero para ser honesto, creo que no iría a verlos».
En ese momento O’Brien entra en la habitación. «Aquí llegó Eddie – clama Yorke -. ¿Te interesaba la reunión de Led Zeppelin?»
«Si – responde O’Brien -. Realmente me interesaba. Amo a Led Zeppelin. ¿Acaso vos no?»
«No», le dice Yorke, inmutable.
En cambio, admite que le interesaría una reunión de Talking Heads. «No creo que quieran volver a verse, la verdad – dice el cantante-. Los Gang of Four se juntaron, eso valió la pena. Eran un poco mejores, más oscuros.»
«La edad de los puso más oscuros», concuerda O’Brien.
«Bueno, eso es lo que nos gustaría que nos pase».
«Si, a eso nos gustaría llegar. « ¿qué estuviste haciendo los últimos 20 años? ». « volviendome oscuro ».»
Yorke se ríe, deleitado. «Tengo que ser honesto sobre el camino que voy a seguir. La muerte es inevitable. Me estoy volviendo oscuro».

La facilidad e inmediatez con que llegó In Rainbows contrasta con el extenso y doloroso parto del álbum. Con Hail To The Thief, un disco que el productor Nigel Godrich describió como «muy insatisfactorio para todos los involucrados» la banda había caído nuevamente en el largo, exhausto ciclo de gira y rueda de prensa, monótonamente documentado en el documental Meeting People is Easy, de 1998. Durante el descanso que siguió a la gira, Yorke se entretuvo trabajando en su álbum solista. Y en agosto de 2005, la banda intentó regresar a los estudios. Pero, dice Yorke: «cada uno había perdido… no interés, sino la excitación del momento. Todos paramos para criar a nuestros hijos. Suena estúpido pero así es. Entonces, cuando volvimos al estudio estábamos muertos creativamente».
La gradual desintegración de las sesiones puede rastrearse en los posteos del blog de la banda, que arrancan con tomas digitales de un pizarrón en que se garabatean títulos de canciones y alcanzan su punto más bajo en un posteo de Yorke, de enero de 2006 (todo sic): «nos vimos nos vimos nuevamente arrastrados a la tarea. Vamos a tener que sacudirnos el polvo… dejar de responder al teléfono e inventar excusas para dejar el edificio. En lugar de empezar con… Por supuesto, existen otras distracciones, como sentarse en el jardín con 12 aburridas escopetas, enormes orquestas haciendo el ruido de baterías electrónicas, hacernos trajes a medida, mascotas, botes de canal, cerveza, síntesis modular, lego, investigaciones impositivas, el calentamiento global y el final de la vida tal como la conocemos, el tráfico, la sordera, la locura, la normalidad, cualquier cosa».
Godrich, que trabajó en todos los discos de Radiohead desde The Bends, dice adorar a todos los músicos de la banda, aunque reconoce que con Yorke tiene «una relación intensa y particular». Cuando le pregunto sobre que cosas discuten, se ríe y contesta: «sobre todo; podemos estar agarrándonos de los pelos o podemos estar completamente de acuerdo y en discrepancia con el resto del grupo. Si fuera por Thom y yo, «Videotape» habría sido la primera canción de In Rainbows. Es nuestro tema favorito, pero los demás nos decían que estábamos locos».
» Mi trabajo tiene bastante de psicológico», admite el productor. «La dinámica entre la gente es bastante complicada. Ed es alguien muy diplomático. Jonny es brillante y cuando tiene una idea sale rápidamente. Y Thom…» hace una pausa. «Muchas veces creo que se sabotea a sí mismo; entonces, trato de evitar que destruya las cosas valiosas que él no alcanza a ver.»
Para In Rainbows, Godrich intentó sacar al grupo de la comodidad y los puso a grabar durante tres semanas en una mansión decrépita construida en la década de 1830. La banda acampó en los jardines de la casona; grababan todos los días en la vieja biblioteca y, para divertirse, zapaban hasta las tres de la mañana. Lentamente fueron uniéndose los fragmentos del disco. «Nude», una canción que Yorke le había mostrado a Jonny Greenwood hace 10 años, quedó finalmente como una balada suntuosa y embrujada al estilo de Sigur Rós. La sorpresivamente sexy «House of Cards» empieza con una línea que bien podría servirle a R. Kelly («no deseo ser tu amigo, solo quiero ser tu amante»); sigue con veladas referencias a fiestas swingers y en el final incluye frases típicas de Yorke, como «la infraestructura va a colapsar», que suenan por momentos como sucios y vagos eufemismos.
El cantante quiere dejar en claro que las letras no fueron inspiradas por su vida personal. «¡ojalá así fuera! – Exclama -. Bueno, no, no me gustaría. Pero ese tema de las fiestas fue algo grande aquí, en los 70 y 80, y siempre me fascinó.»
Cuando se le hace notar que la naturaleza rítmica de Radiohead va generalmente a contramano de sus voladas letras, Yorke dice: «la gente viene después de los shows a decirme: ‘amo esa canción, la ponemos para coger con mi novio’. ¡No me digas eso! No podés decirme eso… como ‘Morning Bell’, imagínate».
«Sería muy abrasivo», apunta O’Brien.
Yorke sacude afirmativamente la cabeza y agrega con gravedad: «y demasiado rápido».

Thom en bicicleta

En las últimas semanas de diciembre la banda empezó a ensayar para la gira 2008. Los ensayos incluyeron covers de Siouxsie and the Banshees, The Smiths y «The Night», de Frankie Valli & The Four Seasons. La banda también toco en vivo en su estudio, completamente atestado para un webcast emitido en noviembre último. En un hilarante segmento se ve una de las escenas finales de Pecados Capitales, el film en que Morgam Freeman y Brad Pitt abren una caja en el desierto y descubren la cabeza de Gwyneth Paltrow; la diferencia es que en el video de Radiohead la cabeza de Yorke está crudamente superpuesta a la de Paltrow. Yorke empieza cantando «15 Step», mientras la imagen muestra a Freeman y Pitt gritando horrorizados. El cómico inglés Adam Buxton, un amigo de la banda, también participa del video; luego del webcast se acercó a Yorke para decirle: «Brad Pitt es fanático de Radiohead; supongo que lo apenaría ver tu cabeza embalsamada en una caja, ¿no te parece?».
Después de elaborar la salida del disco ajustadas al espíritu de la banda, Radiohead busca aplicar una similar estrategia para las giras. Yorke ha expresado siempre su activismo por el medio ambiente (en su vida personal abandonó los viajes en avión, optando por el tren cuando debe trasladarse con su familia a lugares como Barcelona), mientras que la banda pensó en algún momento dejar de tocar, debido a la gran impacto de carbono que deja toda gira. Tras considerar (y abandonar) la posibilidad de hacer shows locales que pudieran emitirse digitalmente a salas de todo el mundo, los músicos decidieron transportar su equipamiento en trenes y barcos siempre que fuera posible. Incluso, llegaron a considerar su propio viaje en barco a los Estados Unidos, pero los cruceros son tan dañinos como los jets respecto del medio ambiente, y la única opción viable era viajar en un carguero.
Siempre que la banda está en un hiato, Yorke descubre que no puede parar de hacer música durante varias semanas. Puede empezar garabateando alguna letra, o sampleando y editando en su computadora. Pero el proceso de hacer un álbum nunca se torna más fácil. Yorke espera que la novedosa libertad del grupo les permita innovar también en esa área. » Con el tema de las descargas, me gustaría usar el sistema para sacar simples, quizás antes de salir de gira – dice -. O quizás en el futuro trabajemos de a dos o de a tres. Radiohead no es un contrato firmado con sangre; no existe algo así como una validación cada vez que sacamos un disco. Y ciertamente, no vamos a embarcarnos otros nueve meses en el estudio.»
Yorke es proclive a corregirse inmediatamente cuando percibe que se queja demasiado. «No es tan dificultoso. Un verano recuerdo que trabajé en la construcción del edificio de un amigo, rompiendo ladrillos y demás. Necesitaba que me dijera en qué hacer. Mierda, eso sí era difícil. Pero también resultaba divertido romper cosas».
Más tarde, Yorke se encoge de hombros y admite: «por alguna razón, pensamos demasiado. Somos como actores del método. Para nosotros es siempre complicado».

Nota por Mark Binelli. Fotos por James Dimmock
Publicado originalmente en RollingStone Argentina – Nro. 119

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