7 de abril de 2020

(c) Alex Lake

En una fría tarde de Enero, Plas Dinam – una casa de campo – parece el lugar perfecto para una historia de detectives investigando un asesinato, o una historia de fantasmas. Está en la misma zona del centro de Gales donde Led Zeppelin ubicó «Bron-Yr-Aur» … una zona con cimas de montañas nubosas y los valles que la circundan están cubiertos por una bruma ventosa.
Ed O’Brien – 51 años, padre de dos, un quinto de Radiohead y actualmente trabajando bajo el nombre de EOB – compró una casa por aquí cerca en algún momento de los siete años de gestación de su primer álbum solista, Earth, porque necesitaba espacios abiertos. Soñó las letras mientras vagaba por las colinas. Esta mansión victoriana resultó, por esa razón, perfecta cuando comenzó a grabar en 2017: «era muy importante encontrar un lugar en este país que diera con el tono del álbum», dice con respeto. «A veces, empapas la música con el espíritu del primer lugar al que vas. La primera vez que hicimos eso fue con OK Computer. Esa casa está en cada detalle del disco».

Para estas sesiones, O’Brien reunió un escuadrón de músicos que incluyen al bajista Nathan East, el baterista Omar Hakim (la misma sección rítmica que Random Access Memories de Daft Punk), el guitarrista Dave Okumu y el productor Flood. Más de dos años después, regresa a Plas Dinam con un cuarteto de músicos para preparar las primeras fechas en vivo. Una de las recepciones de la casa se ha transformado en una sala de ensayos, donde los pedales de efectos de O’Brien están desparramados en la alfombra floral del frente y una pintura al óleo de Alvin Ford Jr – baterista de New Orleans – inclina todo hacia lo disco, justo al lado de un armario de vajilla decorativa. Un pizarrón con una lista de temas apoyado contra la chimenea tiene «EOB y The King Prawns» en el encabezado, a modo de broma. O’Brien eligió EOB porque suena como una entidad más grande. «No me gusta el sonido de ‘proyecto solista’. Me gustaría que mute en otra cosa».
Cuando comienzan a tocar, la banda se siente más como una banda completamente nueva que como un experimentado músico que llena arenas y un grupo de sesionistas. La música muta desde el folk arcadio hasta una rave en su momento álgido. El tema «Brasil» es un ejemplo de esa transición – comienza en los montes Cámbricos y termina en una playa de Ipanema. Únicamente «Banksters», con su sonido furioso, recuerda a Radiohead. O’Brien toca con los ojos cerrados y su cabeza inclinada hacia atrás durante un cover del «On My Own» de Ulrich Schnauss, con una expresión de serenidad en su cara. Mientras las últimas notas se apagan, abre sus ojos y sonríe satisfecho: «¡Genial!». Tratan de comenzar otra canción pero uno de sus pedales deja de funcionar como debe y comienza a rugir como un motor de auto. «Es la llamada para ir a cenar», bromea. «Hora de la cena».

Un director de cine podría darle a O’Brien el rol del oficial más querido en una trinchera – es alto, delgado y elegante. Siempre fue el miembro de Radiohead más accesible: el que escribía el diario durante las sesiones de Kid A para desmitificar el proceso; el más probable que te encuentres en una de las carpas en la madrugada de Glastonbury. Cuando le menciono casualmente que Radiohead es una de las bandas más veneradas del mundo, se avergüenza. «Es extraño pero recién me di cuenta de eso el año pasado. Nunca pensé que éramos una banda destacada. Siempre pensé que simplemente era lo que hacíamos».
O’Brien formó hace casi 35 años una banda con cuatro amigos en Abingdon School, Oxford, y ahora siente que está comenzando de nuevo. Por un largo tiempo, no tuvo interés en hacer música por su cuenta. «Lo último que se necesita es alguien de Radiohead haciendo un álbum malo», conceptualiza. «No sentí presión solo porque Thom, Philip y Jonny lo hicieron. De hecho, sentí lo contrario, que no quería hacerlo». Pero las cosas cambiaron mucho para O’Brien a lo largo de los últimos años y le gusta mucho explicar cómo llego a eso.
«Creo que cuando cumples 50 pasa algo. Atraviesas un portal. No te sientes de 50 – me siento mejor que cuando tenía 25 – pero es un número y tedas cuenta que quieres hacer tantas cosas».

Ed O’Brien no quería dejar Radiohead pero pensó que debía. En 2007, después de terminar In Rainbows, la idea de abandonar a sus dos hijos para salir de gira lo hacía sentir culpable. Como seguidor del Manchester United, admiraba la forma en la que Cantona abandonó el equipo en la cima de su capacidad para convertirse en actor. Pensó que quizá podía volver a la universidad y convertirse en acupunturista, para pasar más tiempo en casa.
Antes de tomar una decisión tan drástica, O’Brien busco el consejo de dos amigos músicos – Johnny Marr y Neil Finn. «Neil fue muy gracioso», recuerda entre risas. «Me dijo ‘mirá, tus hijos no te van a agradecer que hayas dejado Radiohead por ellos cuando sean adolescentes’ … le dije que era un buen punto».
En lugar de eso, le dijo a sus compañeros de banda que en cinco años, sea como sea, se mudaría a Brasil con su familia; y eso fue lo que hizo. Durante su estadía en Brasil en 2012 fue que finalmente comenzó a escribir. «Sentí algo dentro que me pedía que lo haga». Al principio probó con electrónica oscura, con influencia de dubstep, pero no era lo correcto. Al mismo tiempo, una visita al carnaval de Río y reencontrarse con «Movin On Up» de Primal Scream lo convencieron de tomar el camino contrario: «salir de la oscuridad e ir hacia la luz».

Cuando volvió a Inglaterra en 2013, grabó algunos demos con Ian Davenport y sin pensarlo se los hizo escuchar a los demás en Radiohead: «fue una reacción involuntaria – preguntémosle a los chicos qué piensan. No sé por qué lo hice. Ni Thom, Jonny o Philip lo hacen. Me di cuenta de que era hora de tomar las riendas».
Encontró la respuesta en la puerta de la escuela de sus hijos, el lugar donde su esposa se hizo amiga de la esposa de Mark «Flood» Ellis – quien además resulta ser su productor favorito, tanto junto a U2, Depeche Mode, PJ Harvey hasta Holy Fire de Foals. Una vez que se hicieron amigos, le mencionó casualmente sus demos. «Le dije que tenía algunas canciones, que me gustaban mucho, y que necesitaba consejos. Después de cuatro canciones, me preguntó si quería que trabajara en ellas».
Después de colgar los guantes durante tres años, mientras Radiohead grababa y giraba con A Moon Shaped Pool, O’Brien retomó el trabajo en Plas Dinam en el otoño de 2017. El proceso continuo después por algunos largos y tortuosos meses en Londres. A pesar de tener experiencia en muchos aspectos, tenía que aprender a ser tanto el líder la banda (el álbum incluye participaciones de Laura Marling y de Adrian Utley de Portishead) como la cara visible. «Recién te das cuenta de que no tenés donde esconderte cuando hacés las voces», dice. «Es fácil sonar mal cuando no se siente auténtico». El proceso, comenta, pasó por las seis etapas de la creatividad, como dice un amigo: «etapa uno, sientes que es genial; etapa dos, que está bien. Etapa tres, que es una mierda. Etapa cuatro, que la mierda sos vos mismo, y esa es la peor. Etapa cinco, que está bien y por último, la sexta, volvés a sentir que es genial».

(c) Alex Lake
(c) Alex Lake

O’Brien dice que habrá más álbumes de EOB y que este lo mantendrá ocupado por este año, por lo que al parecer Radiohead tendrá que esperar un poco. «Si, hemos hecho solo dos álbumes en 10 años. Todavía tenemos reuniones. Somos hermanos. Pero creo que ahora todos están disfrutando hacer lo suyo. Es poco saludable ser definido solo en términos de Radiohead. Una banda es algo hermoso, pero nosotros tenemos nuestras raíces en la escuela, así que es extraño. «Tenés que salir y vivir un poco tu propia vida».
Lo que descubrió al hablar con músicos más grandes como Finn y Marr y pasando tiempo con bandas más jóvenes como Foals es que la mayoría de las bandas experimenta lo mismo. «Todos se aburren de las bandas cada tanto porque la naturaleza de una banda es ser disfuncional. Johnny Marr me contó una historia genial sobre la separación de The Smiths. Buscó el consejo de Paul McCartney y esperaba algo muy profundo, pero McCartney le dijo, ciñendo los hombros ‘las bandas son así’. Y así es ¡Es brillante!» concluye entre risas.
Claramente, el beatle favorito de O’Brien es George: el guitarrista con inclinaciones hacia lo espiritual al que le llevó un tiempo salir a la luz. «George Harrison hizo todo un proceso», dice mientras se acomoda en un sofá de la sala de TV. «conocía la naturaleza de la realidad».
La charla con O’Brien rebota entre Carl Sagan, Walt Whitman, The Hero With a Thousand Faces de Joseph Campbell y el Libro Tibetano de los Muertos – experiencias cercanas a la muerte mezcladas con física cuántica. En una cena durante el carnaval de Río de 2012, se encontró explicándole la vergüenza espiritual del inglés promedio a Kanye West. «Le dije que si le preguntaba a cualquier inglés si creía en Dios, pensaba que el 95% diría que no; el no podía creerlo. Mientras que en Estados Unidos, lo espiritual está en la música. Por dentro pensamos ‘oh, ya están alabando a Dios de nuevo’ pero es algo muy humilde. Trato de ser abierto, algo que no es fácil viniendo de Oxford. Tratas de liberarte de eso; me alejé de esas cosas hace 20 años más o menos y soy mucho más feliz».

Edward O’Brien – como le gusta referirse a si mismo hoy en día – viene de una «dinastía de osteópatas». Su hermana y ambos padres se dedican a eso, mientras que su abuela materna estadounidense introdujo la terapia craneosacral en el Reino Unido en 1930. Ed dice que el único músculo que todavía no logra dominar es su corazón. Recuerda que cada vez que un personaje en una película decía «te amo», su padre decía «malditos americanos», con una expresión descalificadora. «Nuestros padres crecieron con el trauma y los fantasmas de dos guerras grandes que forzaron a la gente a operar en modo de supervivencia. No había mucho margen para las emociones», comenta. Sus padres se separaron cuando tenía 10 años. «Suena ridículo, pero me afectó por un tiempo largo», dice mientras se disculpa por una reacción perfectamente normal. «No te permitían procesarlo».

O’Brien desarrolló una depresión leve crónica, que ilustra apretando su mano como si empujara su cabeza bajo el agua. Rechaza la imagen creada por Meeting People is Easy de Radiohead como la banda más triste del mundo («no todo era pesar. nos reímos mucho»), pero admite que después de la gira de OK Computer, se sintió muy mal en 1998. «Traté de llenar el vacío con alcohol, drogas … todo lo que se usa habitualmente. Y después me di cuenta de que tenía que volver». Alrededor de 2002, dejó el alcohol y comenzó a meditar diariamente, y así su depresión disminuyó. Con su pasado de inglés de clase media reprimido, no resulta sorprendente que ame The Doors Of Perception de Aldous Huxley, publicada en 1954. «Era ex alumno de Eton – nada más inglés que eso – y sin embargo logra ir a estos lugares y probar estas cosas».
Como mucha gente de su generación, O’Brien solía tener epifanías los sábados por la noche. Estudió economía y política en Manchester University en 1987, al mismo tiempo que Haçienda se convertía en una meca del acid house. «No probamos éxtasis. Tenía miedo a las drogas, pero fue emocionante ver a Haçienda cambiar tanto en un año. Me encantaba el efecto que tuvo sobre las bandas de guitarra. Podías sentir que toda una generación estaba cambiando», dice.
En 1990 se graduó y volvió a Oxford. Mientras esperaba que Thom termine la universidad, trabajó en un bar y asistía a raves ilegales en campos cercanos y canteras. «Lo que me gustaba es que todos comenzaban a amar al resto, al planeta, a la Tierra… era algo espiritual», recuerda. «Por supuesto, habían consumido drogas».
¿Había superado su, ehm, miedo, para ese momento?
«Si», dice riendo. «Oh si, ya lo había superado. Pero nunca tomé cocaína. Siempre apunté a un estado de euforia en lugar de buscar sentirme mal. Y la banda era lo más importante».

O’Brien parece haber siempre estado en la búsqueda de diferentes formas de trascendencia comunitaria, ya sea en Haçienda, el carnaval de Rio o en Glastonbury, al que rinde homenaje en «Shangri-La», un mantra bien consciente. Un año, Lars Ulrich y él salieron en búsqueda del dragón de Glastonbury, algo que habrá sido todo un espectáculo para los presentes. Terminó fanatizado con Phish, la banda americana – no tanto por la música, sino por la cultura. «Es como su propia rave, pero antes de una rave». Una rave, para él, es «como ir a la catedral Chartres en la edad media: escuchas música que te eleva».
¿Quién podría haber predicho que alguien de Radiohead se convertiría en un faro de optimismo y unión en este sombrío comienzo de 2020? «Es más fácil decirlo que hacerlo», dice con una sonrisa oscura. «En navidad pensé que mi depresión había vuelto»; se refiere a la elección general en el Reino Unido. «No podía recordar cuándo hubo menos alegría al comienzo de una nueva década antes. ¿Por qué? Porque todos estábamos asustados de lo que venía».
Se permitió un solo estallido de furia en su álbum, «Banksters». «Estaba furioso por dos cosas. Una es que alguien cercano me había defraudado. Y lo otro fue lo que pasó en 2008 [la crisis financiera] ¡Malditos! Yo fui compañero de todos ellos». Prefiere concentrarse en logros positivos, como los movimientos Black Lives Matter, MeToo y la apertura emocional de las nuevas generaciones. «Quería hacer un álbum que tuviera luz y amor».
Earth se llamaba originalmente Pale Blue Dot, como el libro de Carl Sagan sobre la necesidad «de preservar y celebrar al punto azul pálido, la única casa que conoceremos». La sensación de falta de gravedad de «Mass» es un tributo a Michael Massimino, un astronauta amigo de O’Brien. «Cuando estás en órbita, ves la Tierra como es», dice. «Mike dice que es algo muy espiritual. Sientes belleza y también tristeza».
Esa es, el objetivo cósmico de EOB. «Vivimos en momentos de muchos cambios. No quiero ser desmesuradamente optimista y decir que todo saldrá bien. No, quizá no todo salga bien. Pero lo que intento con este álbum es ver las cosas con más perspectiva – casi como una vista desde el espacio. Trato de decir que si, hay mucha oscuridad y cosas malas pero también hay esperanza. El miedo te agota, te reduce. La esperanza te expande».
Ed O’Brien necesita espacio.

(c) Alex Lake
(c) Alex Lake

Texto original por Dorian Lynksey.
Publicado en Q Magazine, edición de Junio 2020

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