16 de octubre de 1997

(c) Koh Hasebe

El Cholo, un restaurante mexicano popular ubicado justo en el medio de Koreatown, Los Ángeles, tiene la decoración semi-kitsch que es en parte stucco del sudoeaste y parte sótano transformado en sala de grabación: arreglos de pared cursi, juegos de mesa y sofás gastados. El ruido es intenso esta noche: entre una sinfonía de copas tintineantes, un grupo está cantando «Feliz cumpleaños», mientras que las mujeres en la mesa aledaña están haciendo ruidos varios y algunas personas borrachas con aspecto de profesionales están sentadas en la barra, tomando una cena líquida gracias al «happy hour».

Ed y Jonny, los guitarristas de Radiohead, analizan el pandemonio con miradas de entretención. «Esto es una locura» dice O’Brien, por encima de todos los demás con sus casi 2 metros. «Me voy a la barra». Todos ordenan margaritas, excepto Greenwood, que pide un espresso. Justo cuando O’Brien regresa con su bebida en la mano, el cantante y guitarrista Thom Yorke llega al restaurante y, con una mirada que pretende simular horror, se sienta rápidamente en el siguiente salón, tan lejos como puede del barullo. Sus compañeros de banda lo siguen. Mientras se sienta, Yorke agarra el margarita de uno de sus amigos y exclama «¿que …. es … esto?» Toma un trago. «Yeow. Creo que yo también quiero uno de esos», dice mientras sacude la cabeza.

Radiohead ha elegido El Cholo como el escenario de una cena improvisada para celebrar el inicio de su gira por Estados Unidos. Dada la catarata de elogios que su último álbum, OK Computer, recibió y la cantidad de fechas agotadas, se entendería que la banda estuviera experimentando una mezcla de nervios y emoción. En realidad, sucede lo contrario. A pesar del jet lag, los miembros del grupo – todos, excepto el baterista Philip Selway, que no sale mucho de noche – están de buen humor, haciendo chistes sobre las Spice Girls y devorando enchiladas y burritos. ¿Gira agotada? ¿Superestrellas en ascenso? Callate y pasame el guacamole.

Esta actitud liberal puede atribuirse a la experiencia. Esta es una de las pocas bandas en los últimos años que logró mantenerse a flote en medio de la ola post-Nirvana a comienzos de los 90 para lograr luego subirse a otra que los llevó al éxito. Hasta ahora, Radiohead era conocido solo por su éxito de 1993, «Creep» (el hermano menor, sarcástico y autocrítico de «Negative Creep» de Nirvana), que ayudó a que su álbum debut, Pablo Honey, venda casi 800 mil copias. Los cortes que le sucedieron no recibieron tanta atención, y la banda fue catalogada como un one-hit wonder para cuando salió su segundo álbum, The Bends.

The Bends era más amplio e intricado, tanto en el sonido como en las letras, que Pablo Honey, pero no llegó al mismo éxito de ventas. Posteriormente, y gracias a la constante gira (recorrieron Estados Unidos cinco veces), una pujante reputación de dar shows electrizantes y «Fake Plastic Trees», un corte moderadamente exitoso, la banda logró forjar una nueva popularidad hacia el final del recorrido de ese álbum, dando shows estelares en teatros y clubs grandes. Cerrando la seguidilla de shows de regreso hicieron una serie de fechas abriendo para Alanis Morissette durante la cual probaron material nuevo – mucho del cual terminó en el álbum – incluyendo una versión de 10 minutos de su obra maestra más reciente, «Paranoid Android».

Todo estaba dado para que OK Computer sea el gran salto de Radiohead. Y mientras quizá todavía lo sea – el álbum entró al ranking Billboard en el puesto 21 pero cayó un poco en las semanas siguientes – el álbum no es exactamente lo que esperaba la gente. OK Computer es una gloriosa obra de locuras art-rock malhumoradas y espaciales que alterna entre canciones compasivas y retorcidas como «Climbing Up the Walls» y «Exit Music (fo a film)» y espinas puntiagudas sonoras como «Airbag», que requiere muchas escuchas. «Algunas mujeres me han dicho que el álbum les parece romántico», dice el gregario bajista Colin Greenwood. «Creo que eso es muy bueno». A pesar de la popularidad, el sentido de aventura de OK Computer fue más la forma de mandar todo al carajo de Radiohead; como orinar en el viento del éxito. «Todos decían ‘venderás 6 o 7 millones si haces la segunda parte de The Bends‘», cuenta O’Brien, «y nosotros asentíamos, pero no íbamos a hacer eso. Lo único que no deberías decirnos es qué hacer, porque haremos exactamente lo contrario».

(c) Koh Hasebe
PH: Koh Hasebe

Un poco de historia

Radiohead ha nadado en contra de la corriente desde el comienzo. Thom Yorke, nacido en 1968, se mudó con su familia desde Escocia a Oxford, cuando tenía 8 años. A los 10 años, formó su primera banda – un dúo accidentalmente art pop: Yorke tocaba la guitarra mientras un amigo destruía televisores. La agresividad de Yorke se manifestaría de una manera más constructiva después de un difícil período en un internado cerca de Abingdon, donde frecuentemente sufría de bullying y se veía involucrado en peleas, que generalmente perdía. Yorke pasaba cada vez más tiempo en la sala de música de su escuela, aprendiendo por su cuenta como cantar. Pronto se unió a TNT, una banda en la que tocaba el bajo uno de sus compañeros de clase, Colin Greenwood. Después de abandonar la banda, Yorke formó su propio grupo con O’Brien, invitó a Colin a unirse, los bautizó On A Friday y adosó a Selway a la formación. Jonny pasó a formar parte de la banda después de esperar pacientemente al borde del escenario con la armónica en mano, durante el primer concierto de On A Friday, en 1987.

No mucho después, la banda fue puesta en suspensión hasta que todos fueron a diferentes universidades. Yorke se inscribió en Exeter, donde estudió literatura inglesa y bellas artes – y recomenzó su carrera pugilística. «Iba a un club una noche, y estos tipos se me acercaron solo porque les tiré un beso», comenta. Mientras estaba en Exeter, Yorke tocaba la guitarra en Flickernoise, una banda tecno, y se unió al club anti fascismo de la universidad, que frecuentemente hacía protestas frente al estadio de fútbol europeo de la ciudad. Los simpatizantes del equipo de fútbol local eran también miembros de la organización racista Frente Nacional y sin que se dieran cuenta, le tomaron fotos a Yorke y sus compañeros de causa para poder identificarlos después. «Estábamos en el pub y estos cabezas rapadas venían y comenzaban a molestarnos», recuerda Yorke. «No era algo bonito».

Después de la universidad, los miembros de On A Friday se volvieron a juntar, en 1991, y se cambiaron el nombre a Radiohead (el nombre proviene de una canción de True Stories, el álbum de Talking Heads). Después de algunos shows en Oxford, consiguieron un contrato con Parlophone. La ira que torturaba a Yorke desde su niñez encontró una salida en las letras de Pablo Honey. En The Bends, la ira y asco de Yorke se intensificaron en canciones más cohesivas y más musicales.

Una imagen errónea

En 1995, Yorke dijo en una entrevista con RollingStone que hay gente que le pregunta si es feliz, y el les dice que se vayan a la mierda. Rápidamente, la prensa inglesa puso al cantante en la lista de las «Celebridades Más Propensas a Pegarse un Tiro». Ahora, es más reflexivo. «El lado negativo [de The Bends] fue que le ponían un significado a todo lo que escribía», comenta. En OK Computer, Yorke reemplazó sus letras crudas y confesionales por una incomodidad más oscura y universal; las canciones parecían venir de la perspectiva de diferentes personajes, que compartían sus visiones sobre la sociedad. «No quería pelear con la gente de la misma manera [en la que solía hacerlo]. Mucho de eso fue ira mal dirigida – hacia mi mismo. Dices todo esto, y te das cuenta de que estás revelando cosas que no deberías decirle a nadie, excepto a la gente que realmente amas», aseguró Yorke.

Los compañeros de banda siempre defienden a Yorke, diciendo que su tristeza ha sido exagerada. «La gente trata de emparejar este personaje con el y no son para nada iguales», dice Colin Greenwood.
Yorke se autodescribe como un perfeccionista y maniático del control, y también es un viejo malhumorado. En minutos, su humor puede pasar de enfado corrosivo (frecuentemente exteriorizado al poner su cara entre sus manos) a un encanto inesperado. Esta impredecibilidad es lo que energiza a sus compañeros de banda, que se alimentan de sus manías y las canalizan en una mezcla explosiva, compleja y melódica de guitarras y electrónica.
El control de Yorke se siente en el resto de la banda. «Thom usa una analogía para eso», dice O’Brien. «Somos como las Naciones Unidas, y el es como los Estados Unidos. Es el comunicador, y la presión sobre el es enorme».

Los miembros de otras bandas puede que sientan rencor por tal comportamiento, pero los compañeros de Yorke tienden a apoyarlo. Son un grupo unido y viven a pocos minutos de cada uno en Oxford. Yorke también recibe apoyo de un grupo de compañeros de la universidad, y de su novia – con quien está hace más de 6 años. «Está haciendo un doctorado sobre las ilustraciones en El Infierno de Dante», dice con orgullo. Recientemente compró una casa en Cornwall, que usa como una especie de club social. Tiene muchas camas para alojar a sus amigos, que no están obnubilados por su estrellato. «Cuando vuelvo a casa, hablamos de lo que nos pasa en cinco minutos y después vuelve todo a la normalidad», dice. «Es tan emocionante para ellos como para mi. Me ven feliz, y eso es genial».

y volvemos al presente…

Bajo un sol caluroso en San Fernando Valley, Los Ángeles, los miembros de Radiohead están sentados en un set de producción de los estudios de la NBC en Burbank, esperando para tocar en The Tonight Show. Esperando. Esperando. Esperando. «Estoy tan aburrido», anuncia O’Brien, hojeando el New York Times. El único miembro que no está volviéndose loco es Colin, que camina hasta la esquina y busca un cigarrillo. «Estoy disfrutando bastante no pensar en nada en este momento», dice. Colin tiene dos años más que Jonny y no podrían ser más diferentes. Con sus grandes ojos tiernos y marrones, labios saltones y agitados movimientos con la guitarra, como si estuviera usando una motosierra, Jonny es el que más transmite carisma de rockero sobre el escenario, mientras que Colin prefiere permanecer anclado junto a la batería de Philip Selway, manteniendo el ritmo. Fuera del escenario, los roles se invierten. Colin es abierto, amistoso y charlatán y es el que más probablemente salga a beber hasta estar borracho; Jonny es callado, ensimismado y frecuentemente está en la cama a las 11pm. A pesar de sus personalidades tan diferentes, Colin y Jonny permanecen muy cercanos. Colin solo recuerda una pelea: «Jonny es daltónico, y una vez cuando éramos niños le di un crayón rojo para que pinte el pasto que estaba dibujando. Parecía una masacre», asegura. Su padre falleció cuando Colin tenía 7, y convirtió a su hermana mayor, Susan, en el modelo a seguir. «Es la responsable de que nos guste la música triste. The Fall, Magazine, Joy Division. Nos dejaban de lado en la escuela porque todos estaban escuchando Iron Maiden», comenta Colin.

Colin se muestra despreocupado por el éxito de Radiohead. «Disfrutarlo mientras dure», dice mientras ve una limusina gigante trayendo a otro e los invitados de Jay Leno, Evander Holyfield. «El sello siempre nos quiere mandar limusinas. Las odio. Es mucho mejor tener una van. Uno ya no se distingue con una limo ¿qué sentido tiene?», continua. El manager de la gira le da a Colin un itinerario para su novia, que lo visitará en dos días. «Una de las ventajas de tener éxito», dice con una sonrisa orgullosa, «es poder volar con alguien que te importa por todo el país. Es lindo».

Después de la áspera presentación de «Electioneering» en The Tonight Show, el pasillo de los estudios de NBC se convierten en una feria llena de celebridades. El grupo se retrae a su camarín, esquivando a Ed McMahon, Arsenio Hall y Magic Johnson. El avistaje de Arsenio da pie a una discusión sobre qué anfitrión da mejores regalos. «Arsenio nos dio batas. Nos dieron canastas de comida en Jay», dice Colin.
Todos los miembros de la banda abandonan el camarín excepto Selway, que se vuelve y mira las canastas. «Supongo que sería bastante maleducado dejarlas», dice. El comentario remarca una de las cualidades más notorias de Radiohead como un todo. Son respetuosos, considerados y muy ubicados – el opuesto a la otra banda inglesa del momento, Oasis, que son conocidos por sus peleas. Habiendo dicho eso, Selway toma las canastas, se dirige afuera, al estacionamiento, y se las regala a los conductores de las limusinas.
En el estacionamiento, las cosas empiezan mal. Kato Kaelin – ¿lo recuerdan? – está paseándose con una mujer a su lado. «Oh si, ese tipo», dice O’Brien bastante fuerte. «Debería ir a pedirle el autógrafo?» Kaelin lanza una mirada fulminante hacia la banda. Todos miran en silencio. Después de unos momentos tensos, Jonny dice por lo bajo «lindo peinado».
Lo preocupante es que Yorke una vez tuvo el mismo peinado que Kaelin. En la época de «Creep», las chillonas mechas rubias de Yorke parecían un accidente entre los mods ingleses y el glam de Los Ángeles. Hoy por hoy, Yorke se ha quedado con un look corto, peinado hacia arriba, que hoy en día está teñido de negro.

Los buenos amigos

Después de la presentación de la banda en el Wiltern Theater de Los Ángeles al día siguiente, Yorke se sube a un auto y se esconde atrás. «Probablemente te sigan. Sabes como deshacerte de gente, ¿no?» le dice al chofer.
Yorke está en camino a una fiesta privada post show, en un restaurant en West Hollywood, organizada por Michael Stipe. Desde que Radiohead abrió para R.E.M. en 1995, Stipe y el resto de la banda se transformaron en los hermanos mayores de Yorke y su banda, aconsejándolos sobre como lidiar con los baches en el camino de la fama. «Girar con R.E.M. nos cambió como banda», dice O’Brien. «Ellos lo hicieron a su manera; les dijimos que queríamos hacerlo así también: salir de gira y hacer algunos fans mas con cada álbum. Cuando los conocimos, parecía gente que estaba cómoda con la posición donde estaba y eran creativos. Fue muy importante para nosotros ver eso». Yorke y Stipe han creado un lazo estrecho. Antes del show de esta noche, fueron de compras juntos, lo que casi hace que Yorke llegue tarde a su show. «Es un buen amigo. Ha sido de gran ayuda», dice Yorke sobre Stipe.

Yorke llega a un restaurante abierto y se mete con las manos en los bolsillos y una sonrisa pícara en la cara. Sentados en la mesa hay una colección extraña de rockeros (Stipe, Mike D de los Beastie Boys, Eric Erlandson de Hole) y actores (Liv Tyler y tres de los hermanos Phoenix: Joaquin, Summer y Rain). Yorke se acomoda en la silla, acepta un vaso de champaña y ordena papas fritas y una ensalada.
Yorke acepta las felicitaciones con una sonrisa y asintiendo con la cabeza y en lugar de caminar por todo el salón y hablar con las celebridades, se queda en su silla, comiendo su cena en silencio y contestando preguntas amablemente. («Me estoy quedando sin gente que se queda obnubilada por mi fama», me dice después). Solo después de que levantan los platos, Yorke se excusa y se sienta solo con Stipe. Una hora después, el bus de gira llega para buscar a Yorke para viajar esa misma noche a San Francisco. Se despide de Stipe, gira y saluda con la mano al resto de los invitados, para después salir caminando, medio borracho y sonriendo.

Un mes después del comienzo de la gira en California, Radiohead y su personal han llegado a Filadelfia. Desde donde se la mire, ha sido una gira exitosa y de acuerdo con O’Brien, el show de anoche en Boston es el mejor que han hecho. («Aerosmith, toma eso», dice orgulloso). En el viaje a Filadelfia se les une en el colectivo la banda invitada, Teenage Fanclub, y ambas bandas beben juntas hasta las 5am.
Entendiblemente, hay un poco de letargo en el ambiente del Electric Factory, un recinto que recuerda mucho a Blade Runner justo al norte del Independence Hall de Filadelfia. La banda hace un show bueno para los estándares, pero nada podría arruinar la reputación de la banda como una de las mejores en vivo. La voz de Yorke increíblemente se mantiene en forma, después de cuatro semanas en la ruta; la audiencia sigue hipnotizada con versiones tensas de «Exit Music (for a film)», «Karma Police» y el atrapante «Paranoid Android».
Es un poco raro cuando, durante «Creep», Yorke se prepara para cantar la canción pero deja que la gente cante el segundo verso. La canción no es de las favoritas de Jonny, y cuando llega el momento del eructo gutural de su parte de guitarra, le pega a su instrumento con un poco más de violencia de la necesaria. Yorke presenta la canción – como hace casi siempre – diciendo que todavía tocan esta canción porque sigue siendo buena, como si se disculpara por su mayor éxito.
«A veces tengo que justificarme», dice. «A veces es karaoke, y yo disfruto sobreactuarlo, pero algunos días no significa nada para mi». Es la respuesta de la audiencia a las nuevas canciones lo que tiene mas valor para Yorke. «Me sorprende que la gente conozca el material tan bien. A veces tocamos ‘Creep’ y paramos a la mitad de la canción y les digo ‘perdón, es aburrido’. Si la gente no quiere escucharla, te das cuenta».

Después del show, la banda se mete al bus, ansiosa por llegar a New York para el final, dos días después. El bus se detiene momentáneamente mientras Yorke firma autógrafos. «Whew, casi no salgo de eso», dice mientras se acomoda en el asiento de adelante del bus. Esto ha sucedido frecuentemente durante la gira y le ha permitido a Yorke saborear un poco de la idolatría que se siente por ellos en Estados Unidos. Pero en lugar de correr hacia la soledad del bus como hubiera hecho hace cuatro años, Yorke se ha calmado y ha aceptado, aunque a regañadientes, su figura pública. «Cuando vinimos la primera vez aquí, fue un bautismo de fuego, y me impactó», dice. «Ahora estoy acostumbrado, y desarrollé una cara que te dice ‘déjame en paz'».

Aunque están fatigados, los chicos están de buen humor. O’Brien y Colin intentan armarse unos porros. «Cinco semanas en Estados Unidos y todavía no aprendí a armar uno», dice Colin, mostrando algo que se parece más a un fideo mojado. Después de que los porros se pasan a los presentes, la banda pone un video de la entrevista infame de Tom Snyder a Kiss en 1976. El segmento es extremadamente gracioso; Gene Simmons y Paul Stanley tratan de estar serios mientras que Peter Criss y Ace Frehley están muy drogados.
«Que idiota», dice Yorke mientras Simmons habla como un empresario engreído. «Estoy seguro de que hay algo que nosotros podemos aprender de esta entrevista».
Cuando termina la cinta, Jonny se muda al frente del bus para mirar la silueta de New York mientras se alejan. «Dios, mirá eso», dice el chofer. No se refiere al World Trade Center, sino a un empleado del peaje que tiene casetes de OK Computer y Pablo Honey y los levanta para que los vean. Jonny mira sorprendido y paralizado al fan. Pero el bus acelera, y lo deja con las manos vacías. Jonny gira, mira a Yorke y le dice en tono serio: «parece que lo logramos».
«Si», acepta Yorke. «Lo logramos».

Texto original por Matt Hendrickson
Publicado por RollingStone el 16 de Octubre de 1997.

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