Texto original por Xan Brooks. Publicado en The Guardian – 29.11.19
Edward Norton y Thom Yorke charlan – té y tequila de por medio – sobre la producción de Motherless Brooklyn, las fuerzas oscuras detrás de Trump y por qué Yorke no estaba en condiciones para hacer la música de Fight Club.
En la nueva película de Edward Norton, Motherless Brooklyn, una balada llorona entra y sale todo el tiempo pero afecta la narrativa pintando de azul el humor general. Sin dudas, es el trabajo de Thom Yorke.
Algunas canciones de la película («Stayin’ Alive», «The Harder they Come»), calzan tan bien con la trama que uno no llega a notar su aparición. Otras («Mrs Robinson», «Raindrops Keep Falling on My Head») se manifiestan como visitantes de otro planeta. Es una ciencia inexacta, una extraña alquimia. Algo que Yorke y Norton todavía intentan entender. «Como director, tu trabajo es tomar un montón de gente muy talentosa y alinearlos en la misma frecuencia», dice Norton. «Estás intentando crear una coherencia estética. Pero ese estado mental es el menos apropiado para la música. Lo peor que podés hacer es meterte en el medio. No debes inmiscuirte demasiado en algo que tiene su propia poética».
Si la película y la canción deben ser entidades separadas, es natural que los colaboradores también deban serlo. Aquí los tengo, sentados lado a lado, en un hotel elegante; el respetado y bien arreglado director y el desfachatado compositor. Como una ilustración de Norman Rockwell junto a una tira cómica de Dr Seuss. Norton pide una taza de té. Yorke, por su parte, ordena tequila. Sonríe «¿qué puedo decirte? estoy comenzando temprano hoy».
Norton quiso hacer una película de Motherless Brooklyn desde que leyó la novela original de Jonathan Lethem en 1999. El resultado es rico, abundante y enérgico. Norton escribió el libreto y eligió primero un personaje: el rol principal del detective Lionel Essrog, un investigador privado muy atento al detalle que desenmascara la corrupción institucionalizada de New York en los 50. Lionel padece de Tourette, lo que lo convierte en un marginado. Se retuerce, grita y se apoya en extraños en la calle, como si tratara de buscar un punto de apoyo. Su condición es algo que le pesa pero al mismo tiempo lo empuja a seguir.
Poco tiempo después de la filmación, Norton decidió que Lionel necesitaba una canción. Algo resquebrajado y hermoso; algo que refleje el interior de su cabeza. Pensó en «Strange Fruit» de Billie Holiday. «Es la canción más triste pero al mismo tiempo es muy política; es sobre vivir en tiempos oscuros. Inmediatamente pensé en Thom como mi Billie Holliday».
«Voy a tomar eso como un cumplido», dice Yorke, como si hubiera alguna otra forma de tomar lo dicho. «O sea, si, «Strange Fruit» es como la mejor canción para mí».
«Daily Battles» es tan parecida a «Strange Fruit» como Motherless Brooklyn se parece a Chinatown – la influencia más obvia de la película. Pero es una balada excelente sin dudas – algo suave, crudo que se entremezcla muy bien en la estética rígida del film noir. Tal como Lionel explica que a veces se siente que dos personas habitan su cuerpo, la película y la canción de cierta forma conspiran para compartir la historia entre ellas. «Si, pero no tenía idea si funcionaba o no», insiste Yorke. «Fue una experiencia extraña porque trabajé fuera de la película, pero sin embargo tienes que hacerlo personal. Quizá esa sea una característica de toda buena canción; si lo haces personal, todo lo demás va con eso». Todavía piensa que apenas logró su cometido – y luego apoya el vaso en la mesa haciendo el gesto de que se limpia la frente.
A fin de cuentas, creo que me gustó Motherless Brooklyn por las mismas razones por las que no les gustó a otros – la película tuvo reseñas mixtas y una recepción tibia en la taquilla: es una película larga y enrevesada y su romanticismo resulta cínico. Norton está al tanto de estos problemas y admite que los ingredientes eclécticos de la historia pueden ser una bendición o una maldición. «Si tuviera que describirle la película a alguien, le diría que es una película de época sobre las cosas oscuras con la estética del mejor noir. Ah, y tiene a Rain Man como principal». La gente hace un gesto de confusión. Es como si les hubieras ofrecido aceitunas y un pedazo de chocolate. Piensan que quizá les gusten ambos, pero no juntos».
Norton y Yorke, resulta, se conocen hace mucho. Ambos alcanzaron la fama más o menos al mismo tiempo – mediados de los 90 – en pistas paralelas. Norton fue el faro de la actuación americana, recibió una nominación por su debut cinematográfico en Primal Fear, actuó junto a Brad Pitt en Fight Club de David Fincher y se peleó con el director Tony Kaye en el set de American History X. Yorke, mientras tanto, estaba llevando a Radiohead al estrellato mundial con shows a estadio lleno, antes de sentir el efecto de toda esa presión.
Escuché un rumor de que casi trabajaron juntos el siglo pasado. ¿No querían originalmente a Yorke para la banda sonora de Fight Club?
El cantante asevera con la cabeza. «Recibí un e-mail, el libreto, pero estaba demasiado mal mentalmente para hacerlo».
Norton continúa desde aquí. «Probablemente fue culpa mía. Escuchábamos The Bends y OK Computer constantemente en el trailer de maquillaje. Brad y yo estábamos obsesionados con ellos. Entonces nos acercamos a David [Fincher] y le sugerimos que quizá una banda sonora con Radiohead sería genial».
Yorke, hoy en día, no puede hacer más que pedir disculpas. «Recién había terminado una gira. No tenía capacidad mental para siquiera atarme los cordones de las zapatillas».
En su lugar, Jonny Greenwood fue el primero en incursionar en la pantalla grande; ha musicalizado todas las películas de Paul Thomas Anderson desde There Will Be Blood en 2007. Hace dos años, Yorke siguió sus pasos y compuso melodías electrónicas atrapantes para la remake de Suspiria de Luca Guadagnino. Nos explica que pasó 18 meses desarrollando el proyecto, cayendo en muchas trampas creativas y logrando desenterrar muchos tesoros. «Pero en algún momento se convierte en una crítica de arte, en la que el director escucha todo el material y dice ‘solo usaré este fragmento y este'». Norton le agrega miel a su té. «No quiero criticar a Luca, pero Thom terminó el proyecto de Suspiria muy agotado».
El plan original consistía en que Yorke escribiera y grabara toda la música para Motherless Brooklyn; para eso, debía adentrarse en el jazz de Harlem de los 50s y producir unos 75 minutos de música para la película. Pero, nuevamente, era mucho pedir y ambos hubieran terminado enemistados. «Lo último que quieres es generar una situación incómoda con alguien que conoces», dice Norton. «Es la peor de las pesadillas».
«Eso, y el hecho de que no hago jazz», agrega Yorke.
«Si, eso hubiera sido distinto. Muchos egos. Luego hablé con Paul [Thomas Anderson] al respecto, quizá con la idea de ofrecérselo a Jonny [Greenwood]. Y me dijo ‘si esperás un ida y vuelta iterativo con Jonny, estás soñando. Él simplemente me manda lo que tiene y me desea suerte con eso'», se ríe Norton con poco entusiasmo. «Pues, no… no funcionaría conmigo».
El ego más grande en Motherless Brooklyn resulta ser un hombre llamado Moses Randolph. El personaje está vagamente basado en Robert Moses, un renombrado constructor de New York de mediados de siglo cuya idea y construcción de los suburbios se equiparaba con una limpieza social. Pero el hecho de que Moses está interpretado por alguien que luce como un matón – Alec Baldwin – y que también interpreta a Donald Trump en Saturday Night Live, sugiere un paralelo contemporáneo más obvio. Norton insiste en que esto no fue intencional. «Terminé el libreto en 2012, cuando el payaso demente era todavía anfitrión de un programa de juegos. Nadie le prestaba atención. Pero obviamente, más tarde, las similitudes emergieron. Así que si, hay algunas alegorías desparramadas, pero solo hasta cierto punto».
Sentado a su lado, Yorke deja salir un apesadumbrado suspiro. «Trump se va a ir muy pronto de todas formas», dice. «Pasará a la historia. La pregunta real es por qué continuamos produciendo gente como Trump».
«Yo agregaría que la gente más peligrosa es la que no podés ver», dice Norton. «Trump es una marioneta de alguien más. Es la gente que se esconde detrás la que debería preocuparnos».
«Robert Mercer», dice Yorke. «Los hermanos Kocher», replica Norton. Los hombres bajan la mirada al suelo, como si buscaran patrones oscuros; dos talentos contrastantes en armonía, al fin.