Los setlists de sus últimos conciertos cambian radicalmente de noche a noche. ¿Cuántas canciones han ensayado?
Comenzamos con 120. Era una locura. O sea, eran todas las canciones que tenemos, básicamente. Después nos rendimos y nos dimos cuenta de que era estúpido y lo redujimos a 60 o 70 canciones; cada noche tocamos unas 24 canciones, por lo que tenemos bastante de donde elegir.
¿Cuál fue la lógica para eso?
La variedad. Mantener la frescura y hacerlo interesante. Nuestro personal enloquece, como podés imaginar, porque no saben qué hacer con las luces. Pero está todo bien, siempre fuimos así. Siempre hemos decidido nuestro setlist un rato antes de tocar.
La imagen que se ha propagado de Radiohead en el estudio es la de una tortura, muy demandante desde el punto de vista emocional; una experiencia muy difícil para todos los involucrados. ¿Es cierto?
Tiene momentos muy activos – usualmente tienen que ver con el entusiasmo de Thom, que nos contagia y motiva a todos porque todo sale muy bien – y otros cuando no pasa nada, o sale todo mal y es frustrante.
Pero es igual con cualquier otro trabajo. Cuando funciona bien, es muy emocionante y alegre y eso te inspira a sobreponerte. Es una tortura solamente cuando uno mira hacia atrás.
¿Por ejemplo?
Grabamos «No Surprises» y después nos preocupamos al respecto. Lo volvimos a grabar porque no sonaba muy bien. Y otra vez. Hasta que finalmente volvimos a la primera versión y esa es la que salió en el álbum.
Es una tortura en ese sentido. No es que nos pasamos dos semanas buscando un sonido de un bombo; es más que eso. Se trata más de darnos contra paredes una y otra vez. Eso es lo frustrante.
¿Qué recuerdan del show estelar en Glastonbury 97? El show se considera una de las mejores presentaciones en el festival de todos los tiempos.
Solo recuerdo que fue muy estresante, los monitores fallando y Thom yéndose fuera del escenario porque no podía escuchar nada. ¡Un desastre en realidad!
Fue bastante malo. Lo único que pensábamos era que no nos podíamos escuchar, así que no sabíamos cómo estaba saliendo; también recuerdo pedirle a Andy Watson, la persona que nos maneja las luces, que ilumine a la gente así podíamos verlos. Recuerdo no escuchar lo que estaba tocando y rogar que todos nos estemos escuchando y que salga algo aceptable… pero fue una lucha.
Lanzaron el tema «Spectre» el día de Navidad, y explicaron que lo compusieron para la película de James Bond, pero la canción de Sam Smith fue la elegida. ¿Qué pasó?
No era la correcta para la película, la nuestra. Entonces pensamos «genial! es nuestra entonces. Podemos terminarla como corresponde y lanzarla». Eso fue lo positivo, ¿no?
Pero creo que hay mucha gente interesada en quién lo hace [al tema de Bond]. Tiene un perfil muy alto y lo que hicimos era muy oscuro, o lo que sea, así que está bien. Al final, la recuperamos y pudimos lanzarla nosotros.
Estamos muy muy orgullosos de ella. ¿Por qué apegarse a la idea antigua de lo que significa un tema de Bond? Me parece estúpido alborotarse tanto por eso.
A Moon Shaped Pool tiene muchos arreglos de la London Contemporary Orchestra, de quienes sos muy amigo.
Hay temas como «Burn the Witch» en las que conseguimos pensar las cuerdas desde el principio, lo cual es raro para nosotros. La dejamos sin terminar a propósito y dejamos mucho espacio para cuerdas, lo que nunca hacemos. Usualmente las cuerdas son el último toque.
Al final de «Daydreaming», les pedí a los celistas que afinen su cuerda más grave un quinto de octava más bajo y que intenten tocar el tema así. Se los puede escuchar tratando de seguir en tono a pesar del sonido grave.
Se trata de usar cuerdas de manera de que no sea un pastiche y eso a veces es difícil de evitar. Fue divertido, tratar de superar el reto.
Tuve la suerte de ver algunos de los últimos shows; se los ve disfrutando sobre el escenario.
Si, lo disfrutamos muchos. Creo que apreciamos el hecho de estar en una banda con los demás en ese momento, y también disfrutamos del sonido que logramos. Es un momento muy feliz, ¿qué puedo decir? No hay nada de qué quejarse, para ser honesto.