1 de agosto de 2006

(c) Tom Sheehan

Como describir, en pocas palabras, la huella que dejó Radiohead en el paisaje musical de estos últimos diez años? En realidad, es bastante simple: el grupo de Oxford, con la música siempre como prioridad y el argumento estético delante de cualquier otra consideración, se ocupó de despabilar la percepción y de propagar el muy favorable virus de la exigencia. Con un mismo nivel de notoriedad, y dentro de un coto al que podría calificarse de «pop rock», sólo Björk o PJ Harvey pueden vanagloriarse de haber desempeñado una tarea tan sólida. Radiohead, sin embargo, no es una empresa infalible: como les sucede a todos aquellos que buscan sin descanso, por momentos se perdió en el camino para dirigirse hacia horizontes que parecían no tener futuro. Pero no es una banda a la que se la pueda acusar de perezosa o inactiva. A pesar de sus aventuras peligrosas, nunca abandonó la voluntad de superarse ni su elogiable espíritu de grupo, y tuvo la suficiente sagacidad como para no creerse un invencible caballero blanco. Sin embargo, entre las obligaciones engendradas por el éxito masivo y los compromisos que genera su riguroso código de funcionamiento interno, Radiohead supo que en cualquier momento podría sufrir un golpe repentino.

Es muy probable que Thom Yorke haya grabado su primer disco solista para protegerse de ese sofocón colectivo. Sin cuestionar el futuro de su grupo, su líder natural encuentra la manera de liberar un flujo de ideas y deseos retenidos durante demasiado tiempo en su cerebro explosivo. The Eraser, proyectado de manera artesanal con la valiosa participación del productor Nigel Godrich, se anunciaba como un disco todavía más áspero y abstracto que Kid A (00), aquel pico árido en la discografía del quinteto. El costado electrónico de Yorke – circunstancialmente atraído por el sonido de bajo – favorece el entramado de una escritura voluble pero acogedora, iluminada siempre por un color de voz que no hace más que reforzar su naturaleza como cantante. El título del disco – «la goma de borrar», en castellano – resume y justifica el proceso de su responsable: lejos de suprimir la huella de sus experiencias pasadas, eligió depurar la base musical que sostiene sus trabajos y los de su grupo. Con sus logradas reflexiones sobre la forma, sus juegos con el sonido, sus invenciones rítmicas y su rechazo de toda herencia melódica, The Eraser está más lejos de ser un paso al costado que una prolongación del camino recorrido por Radiohead. La inspiración en continuo movimiento le permite a Thom Yorke regresar más ligero y con la conciencia tranquila al frente de un grupo que todavía no terminó de iluminar su época.

ENTREVISTA

– Hace poco, justo después de anunciar el lanzamiento de tu disco solista, Radiohead brindó un show muy eléctrico en Londres. Nunca se te había visto tan relajado arriba del escenario, estabas como aliviado..
TY: Sí, es cierto… No feliz, pero si relajado. Después de todos los traumas de estos últimos meses, el hecho de estar ahí, juntos en el escenario, parecía un milagro. Fue necesario mucho tiempo, estrés y esfuerzo, para poder llegar a ese momento. Había que encontrar una razón para regresar: la idea no era juntarnos porque no teníamos nada mejor que hacer. Y eso llevó su tiempo. Los conciertos podían ponernos sobre rieles o matarnos. Por ahora no nos mataron..

– ¿Prefirieron salir de gira antes de correr el riesgo de explotar juntos en el estudio?
Es que nos hicimos muchas preguntas «existenciales». En realidad, la única pregunta que merece ser tomada en serio para un grupo es: «Nos gusta lo que hacemos? Vale la pena continuar?». Estábamos macerándonos en nuestro propio jugo, así que teníamos que salir.
Cuando nos juntamos para preparar esos conciertos, me acordé de una anécdota de The Velvet Underground: se dice que solían pasar seis meses en la sala de ensayo perfeccionando sus canciones y lograban temas increíblemente simples. Admiro ese trabajo de depuración: simplificar en lugar de complicar. A diferencia del estudio de grabación, el escenario limita las elecciones: uno no puede hacerse preguntas, sólo hay una oportunidad. Además, para ser honestos, volver al escenario fue también una buena razón para salir de casa. Me estaba volviendo loco.

– En el estudio, la claustrofobia debe ser peor.
Estar atrapado en tu casa con tus hijos es difícil, pero estar encerrado en el estudio durante semanas componiendo es aún peor. Nuestra maldición es tener nuestro propio estudio: como podemos pasar ahí el tiempo que queremos, el proceso puede terminar siendo algo frustrante. Las cosas se fueron postergando durante semanas y recién se organizaron un poco más al final, cuando Spike Stent – el productor – vino a darnos una mano. Pero hasta ese momento estábamos muy cansados, no podíamos seguir grabando, hubo que darle un descanso a la cabeza.

– El problema ¿era humano o «estético»?
Nos costó mucho volver a acostumbrarse a estar juntos. Es natural: maduramos. Y no quiero que sigamos juntos a falta de mejor o sólo para tener una ocupación. Seria nefasto mantener vivo a Radiohead con un respirador artificial. Sin embargo, hay tantas cosas que soñamos y que aún no probamos. Nuestro mayor freno es ser «Radiohead»: no podemos liberarnos de esa carga.

– El disco se llama The Eraser. ¿Tuviste que borrar parte de lo aprendido para recuperar la espontaneidad?
Pude probar una nueva manera de concebir la música. Cuando comenzamos este disco no teníamos ni una canción, sólo fragmentos de bajo, acordes de guitarras… Sí, tuve que «desaprender» para volver a descubrir la simplicidad de la música, y eso me conmovió porque no me acordaba de como era. Hacía años que jugaba con mi computadora por simple placer personal y sin un objetivo determinado. Y ahora, que había tomado la decisión de grabar un disco, me encontré al pie de la escalera sin la menor elección. Fue un sueño que de golpe se transformó en realidad. Nigel Godrich me daba ordenes: «Ya está bien así. Ahora grabar tu voz». El problema era que no había escrito ni una línea ni había preparado nada, pero estaba en un lugar en el que no podía retroceder. Me sucede lo mismo con Radiohead y con mi vida en general: cuando las cosas dependen sólo de mi, no hago nada, postergo todo. Si en la escuela de arte no hubiera tenido un profesor que me presionara a fin de año, que calificara mis proyectos, nunca habría hecho nada. Desaparecí dos meses de Bellas Artes para no rendirle cuentas a nadie. Cuando este año nos juntamos con Radiohead después de meses sin tocar juntos, Jonny Greenwood nos dijo: «No me voy a mover si no tenemos una fecha límite; no me interesa trabajar en el vacío». Creímos que íbamos a ser capaces, pero nos perdimos en el camino.

– ¿Quién puede imponer un calendario?
Sin Nigel Godrich, The Eraser nunca habría salido. Me molesta que me trate como a un chico, pero entiendo que es la única manera de hacerme reaccionar. Si hubiera dependido sólo de mi, habría esperado un mes o dos a que decantara, y el disco quizá se habría malogrado.

– ¿Necesitabas purgar tus canciones con sonidos electrónicos antes de regresar a Radiohead?
Si. Tenía que probar que era capaz de trabajar sin un grupo y componer con pocos recursos. Una linea de bajo en una canción, un acorde de guitarra sobre otro.
Me interesaba alejarme de la figura del cantautor porque no siento que lo sea. No escucho a los cantautores, excepto a algunos como Scott Walker o Stephen Malkmus. Me interesan más los sonidos, los beats y los ritmos; por eso muchas veces me frustro escuchando a Radiohead, por que, muy a mi pesar, hacemos canciones. Con The Eraser quise alejarme de ese tipo de formatos, pero Nigel Godrich es un obsesivo de las canciones, y cuando le hacía escuchar las ideas que tenía, me decía: «Pero si tenés una canción es necesario que cantes encima».

– De todas maneras, podría decirse que en este disco renovaste tu forma de cantar: tu voz parece haber recuperado cierto placer.
Exacto. El simple placer de cantar… Hoy me siento mucho más cómodo con mi voz, dejé atrás las dudas. Me inquietaba tener que cantar un tema como «Atoms For Peace», porque mi voz nunca había estado tan expuesta y vulnerable. Nigel fue despiadado: «Quisiera un poco de eco». Yo le decía que no, pero él insistía: «Bueno, OK, entonces un poco de cámara». A lo que le contestaba: «No, te dije que no haría eso en este disco». A veces se conformó con una o tomas de voz. Cuando le pedía que volviéramos a empezar, me gritaba: «¡Animate!». Tenía que confiar en él aunque a veces tuviera la impresión de estar desnudo. Normalmente, me las arreglaba para cantar y para disimular las letras detrás de las guitarras o algún efecto. Igual, lo peor fue OK Computer: me parecía que mi voz ya no me pertenecía, que no tenía más nada que ver conmigo. Todo el exceso alrededor del disco… Me sentía como una caricatura.

The Eraser ¿fue tu primera experiencia apacible dentro de un estudio?
Me sentía como un niño en el aula cuando el maestro le da la espalda… Sentía esa sensación de placer y de juego. Otra cosa apasionante en la grabación de este disco fue la ausencia de un futuro planificado: no había una carrera proyectada, sino sólo la libertad de hacer

– ¿Cómo trabajaron?
Empezamos en mi casa, al borde del mar, un lugar donde siempre me sentí feliz y tranquilo, donde escribí mis mejores canciones. Nos quedamos allí diez días el verano pasado; intenté distraer a Nigel haciendo surf o conduciendo en las dunas con mi vieja Land Rover. Cuando le pedí permiso a mi mujer Rachel para irme, me respondió: «Es mejor que agarres tus cosas y que te vayas en vez de te aburras acá imaginando canciones». Empezábamos a las seis de la tarde, trabajábamos toda la noche y después subíamos al techo a mirar la luna con mi telescopio. Me gusta trabajar dos horas en un tema y luego soñar un poco sobre el techo.

– ¿Necesitás aislarte para grabar?
Es algo de lo que hablamos siempre con Nigel. Él piensa que es necesario el aislamiento completo, y sugiere cortar contacto con la realidad. Y pienso que tiene razón. Durante meses, con Radiohead, fuimos al estudio como se va al trabajo: cumplíamos un horario fijo, de once de la mañana a once de la noche. Pero esta rutina nos canso. Empezamos a ocuparnos de las cosas de la vida cotidiana y luego nos dedicábamos de lleno a las canciones. Fue un fracaso… por eso prefiero separar las cosas; es mejor desaparecer y luego regresar feliz, relajado, y no quedarme ahí de mal humor. Toda la problemática de Radiohead a lo largo de este año pasó por cómo conciliar estos dos estilos de vida, estas dos maneras de funcionar totalmente incompatibles.

De todas maneras, ¿sos capaz de relajarte?
Si me siento conforme con lo que hice, puedo relajarme. Eso sucedió, por ejemplo, después de nuestro último concierto en Londres: me permití dos días de ocio. Pero antes tuve que demostrarme a mi que tenía una razón para vivir. Es una extraña ética de trabajo, algo muy riguroso. Lei que Picasso nunca dejaba de trabajar. No es un problema estar tan sumergido en el trabajo en tanto no nos destruya y no nos esclavice.

– ¿Podés dejar de pensar en la música cuando estás en tu casa?
Hace dos años, antes de que mi mujer me prohibiera usar la computadora durante el día, atravesé una etapa crítica: no podía prescindir de ella. Siempre la tengo sobre mis rodillas; hablaba con mis hijos pero no los escuchaba realmente. Jonny sigue haciendo lo mismo en su casa, no sé cómo lo logra.

– Los otros integrantes de Radiohead siempre hablan de vos como el motor del grupo. ¿Cómo asumís ese rol?
A veces es difícil ser sistemáticamente el conductor, aquel que toma en sus manos el volante. En Radiohead prefiero ser el testigo de lo que pasa y descubrir de pronto las genialidades musicales que puede hacer otro de los integrantes: ideas de guitarra o percusión tan originales que nunca hubiera podido imaginar ni en mis sueños más locos. Mi trabajo pasa por escuchar y reaccionar: es a lo que consagro la mayor parte de mi tiempo. Entonces, si soy el conductor del grupo, es sólo porque los otros me proveen el combustible. A mí me toca la tarea de empujarlos. Paso mi vida diciendo cosas como: «Es un gran riff de bajo… No, no vayas más allá, concéntrate en esas notas».

– También dicen que tu presencia inhibe al resto..
Si, es cierto: puedo ser muy corrosivo. Nigel tiene un pésimo recuerdo de la grabación de «Paranoid Android«. Durante un día o dos, estuve insoportable. Dejé todo y me fui, porque si me quedaba, quemaba las cintas… (risas). Nigel los reunió a todos y, sin mi, hicieron tres o cuatro canciones. Había diez canciones diferentes que no podíamos resolver, pero sin mi presencia encontraron la solución. Cuan do estoy sin energía, puede ser un verdadero veneno.

– ¿Sos impaciente?
Sí, me frustro muy rápido, me exaspero… Y esta impaciencia crea un clima negativo en el estudio. Una de las nuevas canciones de Radiohead, por ejemplo, está volviéndome loco, hace meses que le damos vueltas sin llegar a un resultado. Y mi problema es que las canciones terminan por aburrirme… Sé que las mejores las escribí muy rápido, sin dudar. Ya no puedo esperar seis meses para que una canción se vuelva coherente.

– Tenés treinta y siete años. ¿Cómo vivís tu edad?
Es algo que me empieza a preocupar un poco… (risas). Pienso cosas como «el rock es para los chicos, fingís creer en eso pero ya no es así», Hace tiempo que no quiero hacer más «rock». Si continúo haciéndolo es porque todavía escucho melodías, voces, ritmos y sonidos que me conmueven. Eso es lo que me permite mantener el espíritu sano. Por ejemplo, acabo de pedir por Internet el disco de una predicadora evangelista norteamericana que sólo toca un piano. Me recuerda un poco a Mahalia Jackson, excepto que es blanca y contemporánea… porque, cante lo que cante, se siente que viene directo del corazón.
Ahora también estoy escuchando un disco que saco Aphex Twin por su sello Rephlex: The Bug vs The Rootsman. Algo increíblemente violento que habla del fin del mundo y que mis hijos adoran. Al lado de ellos, Public Enemy y My Bloody Valentine son unos blanditos. No formo parte de la música pop. El desafío no viene de allí, sino de gente como Squarepusher. Nunca me interesó lo que pasa en los charts. Para mi, el número uno de los charts debería ser “Dancing Box”, la canción hecha por Modeselektor con TTC.

– Vas a sacar el disco por un sello independiente…
Hacia el final de la grabación del disco, Nigel y yo nos encontramos en un restaurante. Era la primera vez que nos preguntábamos por dónde íbamos a sacar el disco. Le dije que no quería que saliera por EMI, como los de Radiohead. No quería que cometieran un error con un disco grabado lejos de la industria porque lo iban a destruir; lo hubiesen sobrevendido como si fuera uno de Gorillaz, con el típico sticker que dice «lo que se debe escuchar». Y ése no era el espíritu del disco. Estoy cansado del gigantismo que rodea a Radiohead.

– La prensa inglesa te hace más críticas que halagos acerca de tus compromisos como ciudadano. ¿Cómo vivís el cinismo?
Muy mal. Es como si no tuviera el derecho de expresarme, de aprovechar el lugar que tengo para colaborar con algunas causas, como Friends Of The Earth (organización que lucha para disminuir la emisión de gases con efecto invernadero). Me pregunto, ante semejante hostilidad de la prensa conservadora inglesa, si no seré más un peso que una ayuda para esas causas.

– No ayudás conduciendo una Land Rover…
Sólo es un juguete que utilizo dos veces por año en el campo. Pero en el fondo, tenés razón: yo también soy un hipócrita que forma parte de esta sociedad que sólo funciona con carbono. ¿Cómo puedo ser creíble en el rol de defensor de la tierra haciendo giras mundiales en aviones? Intenté ir a los Estados Unidos en barco para dar un ejemplo, pero el Queen Mary emite más gases que un avión! A veces pienso en largar todo para no vivir en semejante dualidad. El Sunday Times, uno de los diarios de Murdoch, sacó un articulo de dos páginas para destruirme cuando me comprometí con Friends Of The Earth. Tomo como un halago el ser odiado por ese imbécil. Pero mis padres sufrieron mucho. Ahí toque fondo. Sólo intento ayudar. No soy muy fuerte, no puedo soportar cualquier cosa. No sirvo para ser un blanco móvil.

– Estás entre dos fuegos: la prensa reaccionaria y la compañía discográfica que comercializa a Radiohead.
A veces me digo, para tranquilizarme, que mis relaciones con la industria del disco siempre fueron difíciles… Pero es cierto que no me conforma. Los nuevos dirigentes de EMI no me impresionaron cuando los conocí. No hay razones para volver a firmar con ellos en el futuro, no hay por qué venderse a una discográfica. Nosotros mismos vamos a producir y distribuir nuestros discos. En una época, perdimos el control del grupo, pero ahora está fuera de discusión que esto vuelva a pasar. De todas maneras, no sé exactamente hacia dónde va Radiohead. Lo que me gustaría es poder avanzar liberándonos lo más posible de la carga. Tenemos que volver a encontrar el placer, porque de lo contrario no tiene sentido continuar juntos. El viernes a la noche, después del recital, hubo sonrisas que hacía tiempo no veía.

Texto original por JD Beauvallet. Publicado en el número 106 de Inrockuptibles Argentina, Agosto 2006.

En este artículo, se habló de