29 de septiembre de 2019

Texto original por Patrick Clarke.
Publicado por The Quietus, el 25.09.2019

Hoy por hoy, Jonny Greenwood es un músico completamente realizado tanto en el ámbito del rock como en el de la música clásica. Desde la banda sonora para el documental Bodysong de 2003, pasando por la muy aclamada música de There Will be Blood – su primera colaboración con Paul Thomas Anderson – y llegando hasta el debut de su composición para violín solista y 68 cuerdas, Horror Vacui, en las Proms de este año, Jonny no ha dejado de impresionarnos. No es el primer músico independiente que se aventura en las bandas sonoras y música clásica – de hecho ni siquiera es el único en Radiohead – pero no muchos reciben tanto reconocimiento como Greenwood. Más que ser una mera figura visible en el mundo de la música clásica contemporánea, es uno de los más fervientes promotores.

Greenwood ha pasado mucho de los últimos años organizando conciertos con London Contemporary Orchestra, que se centra en el desarrollo y promoción de compositores y músicos jóvenes innovadores. Fueron ellos los que lo inspiraron a lanzar un sello discográfico dedicado a la música clásica, Octatonic. «Cada vez que hacíamos un show, pensaba que era una pena que no lo estuvieran grabando», comenta. «He entablado una amistad con muchos de los músicos y quería documentar sus interpretaciones de esta música genial».

Los dos primeros lanzamientos de Octatonic parecen una declaración de principios – «los dos extremos de lo que esperamos poder hacer», según el mismo Greenwood. Uno es Daniel Pioro – considerado uno de los mejores violinistas de su generación – interpretando Partita No. 2 de Bach. «Es una pieza majestuosa para un violín solista, al punto que es difícil creer que fue escrita por solo una persona y ejecutada también por solo una persona». La segunda, escrita 300 años después, tiene en un lado la obra Water de Greenwood e Industry del compositor contemporáneo Michael Gordon, escrita para cello y un pedal de distorsión. «La distorsión aparece tan lentamente que al principio uno piensa que hay un problema con los parlantes, pero a los pocos minutos se adueña de todo».

En conjunto, estos dos lanzamientos reflejan el vago concepto detrás de Octatonic de dejar de lado el siglo XIX. «El plan original fue una idea un poco infantil .. no sé por qué, pero tengo una aversión a la música del siglo XIX», explica Greenwood. «Especialmente cuando alguien de una banda de rock está involucrado. Durante mi adolescencia, cada vez que había una fusión de los dos mundos, parecía haber o una fascinación con las obras más grandilocuentes de Rachmaninoff, la música clásica romántica adornada tocada en sintetizadores; algo propio del rock progresivo supongo. Ambos estilos me parecían simplemente espantosos. La idea de las guitarras distorsionada tocado acordes enormes de música clásica. Wow, realmente me daban asco. Creo que [Isao] Tomita está haciendo versiones con sintetizadores de música clásica popular y algunas cosas son muy buenas pero en términos generales la historia del rock progresivo es bastante triste».

Las aventuras de Octatonic hacia el siglo XX tienen sentido. Greenwood asegura que los compositores que más influyeron en él son de los últimos 100 años. Considera que el compositor francés Olivier Messiaen es uno de los mejores de todos los tiempos – «es uno de esos que escuchando solo un par de acordes sueltos ya sabés que se trata de él» – y es público su amor por el compositor poláco Krzysztof Penderecki, cuya obra Threnody to the Victims of Hiroshima sirvió de inspiración para la obra galardonada Popcorn Superhet Receiver – que a su vez apareció en There Will Be Blood – de 2005, y con quien además colaboró posteriormente. El próximo volumen de Octatonic muy posiblemente sea una grabación de otro de sus héroes, Steve Reich.

La música clásica moderna es un espacio emocionante, pero lo más interesante de la filosofía detrás de Octatonic es el abordaje de Greenwood a la música de Bach y lo barroco. «Lo impresionante de la música barroca temprana es que es muy extraña y me suena muy contemporánea. ¿Te acuerdas de la sonda espacial Voyager, la que llevaba un disco de oro? Aparentemente uno de los científicos dijo que quizá no deberían poner música de Bach porque sería como alardear. Es un comentario cursi y me eriza la piel, pero entiendo lo que quieren decir. Escuchar Bach tiene el mismo efecto que escuchar Kraftwerk, porque piensas que la música electrónica nunca va a superar eso».

¿O sea que Bach es el Kraftwerk en lo clásico? «No encuentro pretensiosa ni extraña esa afirmación, aunque ahora que lo dije estoy sudando», se ríe. «Bach ha sido llevado al jazz, al easy listening, y a casi todos los géneros y la música ha sobrevivido. Pero lo que en realidad están mostrando es que la música de Bach está basada en acordes y melodías, con una linea de bajo que desaparece por 16 compases y reaparece después. Todas esas ideas existen desde entonces y la gente todavía las usa porque funcionan.
Hablando con un amigo igualmente pretencioso sobre cómo el clavicordio es como un hi-hat para la música barroca», continua. «toca en semicorcheas y es el mismo tipo de frecuencia. Hay secciones completas en las que la sección trasera de la orquestación literalmente desaparece, y tienes después el satisfactorio momento del regreso. Hay muchos paralelos si realmente los buscas».

El viejo refrán dice que uno se adentra en la música clásica al envejecer, pero siempre ha sido parte de la educación musical de Greenwood. Pasó su adolescencia en orquestas juveniles estatales, «engañando a todos desde la parte trasera», y fue «un flautista dedicado» hasta los 18. La influencia de la música clásica siempre le «pareció normal». De hecho, en una época en la que casi toda pieza de música está disponible para casi todos, en casi todo momento, es probablemente normal para la mayoría. «Es cierto que se supone tienes que llegar a la mediana edad para de repente ‘descubrir’ la música clásica, pero me parece que ya no es así», dice. «Es parte de la colección de más y más gente. Una de las mejores cosas de quedarte en hoteles es poder espiar las colecciones de iTunes de otros; la mayoría son muy vagos como para poner contraseñas seguras, así que terminás pudiendo husmear en lo que le gusta a la gente y siempre es más diverso de lo que esperas».

Ya le han consultado infinitas veces cómo su trabajo en música clásica influye en su trabajo con Radiohead y viceversa, y siempre se muestra dispuesto a hacer una división entre ambos. «[Componer clásico] es algo más solitario, ya que estás en un cuarto solo con papeles y un piano durante meses sin ver otro ser humano», afirma. «Aunque generalmente complica un poco las cosas [con el resto de Radiohead] cuando nos juntamos. Siempre estoy muy dispuesto y sobreestimulado para hacer algo social y comunitario».

Sin embargo, fue con Radiohead cuando comenzó a componer – la banda contrató un cellista y un violinista una tarde para agregarles texturas a The Bends – y continua usando a la banda como vehículo para la experimentación en los límites entre lo clásico y lo pop, en una escala mayor. En A Moon Shaped Pool, el álbum más reciente de la banda, la presencia del oído clásico de Greenwood es más evidente que nunca; por ejemplo, la ansiedad del stacatto de las cuerdas en «Burn the Witch». Si quitás la voz en «Glass Eyes», un tema fastuosamente elaborado, lo que queda es básicamente una composición clásica para piano y cuerdas. «Ese álbum fue la primera vez que logré involucrarme en un tema de Radiohead cuando todavía era solo una máquina de ritmos y una linea de voces. Usualmente, las cuerdas son una decoración, algo para lo que no dejás mucho espacio, pero me ha llevado todos estos álbumes para tener la confianza de decir ‘dejemos este tema así y las cuerdas harán todo el resto'».

La composición de Greenwood para las Proms de este año, Horror Vacui, está inspirada en técnicas que exploró inicialmente con Radiohead. La música, compuesta para Daniel Pioro y una sección de 68 cuerdas, dice ser un intento de emular sonidos electrónicos. «Cuando grabamos, siempre hay muchas opciones para hacer reverberaciones y ecos», explica. «Algunos de ellos son mecánicos y hay uno que se llama parlante de mano. Es un parlante dentro de una caja con cuerdas que la atraviesa, que resuena con algunas frecuencias y suena un poco como un eco. En Horror Vacui tomo esas ideas y las transporto a una orquesta. No se supone que las emules; se supone es una variante interesante. Quizá suene mejor si funciona bien. Siempre veo con desconfianza que la música clásica intente copiar la electrónica, por lo que la idea es que sea mejor, que sea más interesante que simplemente usar un plug-in«.

La presentación de Horror Vacui fue hermosa y atemorizante, una señal de que llegó la hora de considerar a Greenwood un gran compositor clásico en lugar de ser simplemente el guitarrista de Radiohead que a veces escribe música clásica. Greenwood no está tan seguro, sin embargo, al recordar la presentación en las Proms – semanas y semanas de trabajo intenso que se traducen en los 36 minutos que llevó interpretarlo. «Siempre llego al final de esta etapa, un proceso intenso de meses y meses de preparación y después todo termina en un concierto … siento una necesidad imperiosa de volver a la guitarra y mi computadora».

De cierta forma, separar y hacer conexiones entre Radiohead y el Jonny Greenwood compositor es irrelevante. «Mientras esté rodeado de instrumentos, soy feliz, sin importar qué esté haciendo», dice seguro. Durante la entrevista, no se mostró muy inclinado a hablar de su trabajo. «Debería comenzar a editarme…» dice de repente mientras se explaya en los paralelos entre Bach y Kraftwerk. Pero en lo que se refiere a Octatonic y los objetivos planteados para ella, tiene mucho que decir. Su pasión por los músicos clásicos, en particular los jóvenes e innovadores, es contagiosa.

«Cuando estoy en Londres, a veces me quedo cerca de Abbey Road y muy frecuentemente veo músicos sesionistas yendo a trabajar. A veces veo gente de apenas 20 años, con un cello en sus espaldas y me asombran; sé cuánto de su vida han puesto en poder tocar ese instrumento. Grabé un álbum en la India hace algunos años y comencé a percibir diferente a los músicos clásicos occidentales al ver a esos músicos. Me di cuenta de que son lo mismo. Me emocionó mucho escuchar que esos hombres que tocaban el Sarangui habían estudiado desde pequeños y dedicado toda su vida a la música, pero también me di cuenta de que es lo mismo para un violinista. Lo damos por sentado, pero lo que hacen los violinistas en este país es simplemente asombroso».

Al hablar con Greenwood, sientes que trabajar con London Contemporary Orchestra ha sido una recompensa en si mismo y que es el origen de la pasión sin límites en la que se apoya Octatonic. Le han enseñado mucho dice, no solo sobre música sino también sobre la gente que comparte el amor por ella. Le mostraron que la música clásica no es más – si es que en algún momento lo fue – el dominio de los snobs y elitistas, sino un lugar en el que los músicos jóvenes de todas las clases pueden ampliar las fronteras tanto como quieran. «Hay muchas fusiones hoy en dia», dice, y «mucha gente a la que le gusta la electrónica también disfruta de Steve Reich; el rock tiene tantos años ahora que muchos compositores clásicos han formado parte de bandas de rock en la escuela, inclusive los de 60 o 70 años. Hay mucho acartonamiento y estancamiento intelectual tanto en el jazz como en el rock», menciona. «¡Ir a Coachella y hablar con el público no es muy diferente a la más seria Prom!.

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