Texto original por Ben Murphy. Publicado en Electronic Sound Magazine, Mayo 2025.
«Disfruto de los desafíos y de lo desconocido» dice el artista electrónico Mark Pritchard al reflexionar sobre su pasión por las colaboraciones. «Amo trabajar con alguien – todo lo que suman. Logras cosas sorprendentes que no lograrías de otra forma. Y eso es genial si encuentras la gente adecuada».
Quizá Pritchard encontró su par ideal. Su más reciente álbum para Warp Records, Tall Tales, es un conjunto sorprendentemente variado de canciones electrónicas hechas con Thom Yorke. Ambos artistas han hecho mucha música electrónica en el pasado pero Tall Tales se siente como un nuevo territorio. Pasando desde el electro erizado y el synth pop misterioso hasta inquietantes paisajes sonoros ambientales, y hermosos temas acústicos al estilo de Velvet Underground a ritmos infernales de bandas marchantes; es un álbum llamativamente original.
Yorke no teme retorcer y transformar sus voces de formas extrañas, pero en este álbum experimenta con varios registros, llevando su voz muy bajo hasta casi sonar como Dylan en una cancion, solo para después imitar un acartonado presentador de TV de los 60s en la siguiente. Pritchard, por su parte, controla sintetizadores arcaicos, máquinas de ritmo de juguete, instrumentos de viento y un sinfín de otros recursos para crear un mundo sonoro surrealista.
Una película acompaña el álbum, realizada por el artista multidisciplinario Jonathan Zawada – descrito cómo el tercer miembro del grupo. [La pelicula es] una historia que enlaza las canciones del álbum, que plasma escenas extrañas hermosas y a veces sorprendentes y usa diferentes recursos, desde el arte digital hipercolorido y paisajes pintados a material de archivo.
Mark Pritchard está entre los más prolíficos artistas electrónicos de los últimos 30 años. Junto a Tom Middleton y bajo el nombre de Global Communication, grabó el álbum ambiental 76:14 en 1994 – considerado un clásico – antes de trabajar con el mismo artista en diferentes proyectos que van desde Jedi Knights – electro pop para mover el cuerpo -, Chameleon y su drum ‘n’ bass y Reload y su IDM. Como productor, está acostumbrado usar un sinfín de pseudónimos con los que explora diferentes géneros – Harmonic 313 para hip hop instrumental, Troubleman y sus influencias brasileñas y los experimentos para sala de baile de Pritchard. Ha lanzado material firmado con su nombre que explora el folk psicodélico, ambient y krautrock – su trabajo más reciente es de 2018, The Four Worlds.
Thom Yorke es más conocido por su trabajo como líder de Radiohead, aunque ha venido experimentando con electrónica desde los 90s. En el aclamado OK Computer de 1997, el tema «Climbing Up the Walls» incluye baterías metálicas y una línea de bajo sintetizado terrorífica, pero Kid A en 2000 fue un giro abrupto en su carrera. Lleno de excursiones aventuradas al ambient y el IDM oscuro y más inspirado en Autechre, Boards of Canada y Aphex Twin que en música de guitarra, [el álbum] despertó la ira de los críticos de rock; sin embargo, se ha convertido en un clásico que marcó el momento en el que la banda probó que no iban a ser confinados a un género.
La carrera solista de Yorke es lo que más se acerca a esta experimentación tecnológica temprana – su álbum debut de 2006, The Eraser, está lleno de canciones memorables, como la gélida «Harrowdown Hill» y la percusión sintetizada de «Cymbal Rush». Sus álbumes más recientes, como Anima de 2019, cuentan con líneas de bajo analógicas vibrantes y máquinas de ritmo 808.
Más allá de todo esto, y de sus bandas sonoras, Thom Yorke encontró tiempo para colaborar con figuras estelares de la electrónica como Björk, Burial, Flying Lotus, UNKLE y Modeselektor entre otros. Tall Tales es sin embargo la primera vez que colabora en un álbum completo con otro productor. Esto claramente sacó lo mejor de ambos – como dice Pritchard, «Thom me llevó a lugares donde no había estado antes».
«Soy un gran fan de su obra, y él es muy abierto creativamente», dice Yorke sobre Pritchard. «Es un productor e ingeniero increíblemente habilidoso, y ha desarrollado su propia manera de trabajar super meticulosa – muy versátil y distintiva». Pritchard ha vivido en Australia por mucho tiempo. Fue ahí donde conoció a Yorke, cuando él estaba de gira en Sydney. Su amigo Clive Deamer estaba tocando con Radiohead y quería verlo durante su paso por el país, así que fueron a cenar. «Estaba sentado junto a Thom y hablando con él», recuerda Pritchard. «En algún punto de la conversación, le pregunté si le interesaría hacer algo si le enviaba algunas canciones; él respondió que si, lo que quisiera [enviarle]».
Ese primer encuentro llevó a su primera colaboración – Yorke participó del tema «Beautiful People», uno de los temas principales de el hipnótico álbum de Pritchard de 2016, Under The Sun. Ambos permanecieron en contacto y en 2020 – cuando los aislamientos eran algo común en todo el mundo – Yorke envió un email.
Pritchard recuerda que Yorke le dijo «espero estés muy bien, amigo. Es una locura aquí – estoy encerrado en casa. Vamos a estar encerrados un tiempo – envíame algo de música». El productor, nacido en Somerset, tenía una pila de demos con los que no sabía que hacer y de esa pila eligió unos 20 y las envió. Lo sorprendió mucho que a los pocos días Yorke respondió que quería trabajar en la mayoría de ellos. «¿Puedo hacer estos 14?» preguntó Yorke, y Pritchard respondió que si. «Me envió un archivo enorme con MP3s con muchas cosas muy buenas y después me di cuenta de que quería trabajar en todos, si eso le parecía bien a él», agrega Yorke.
A lo largo del período de pandemia, los artistas trabajaron remotamente, enviándose archivos, diligentemente refinando, esculpiendo y dándole forma al material. Además de las letras y voces, Thom Yorke también tuvo un rol en las decisiones alrededor del sonido del álbum y creó secciones nuevas enteras en algunas canciones. El tema que abre el álbum, «A Fake in A Faker’s World» está adornado con sintetizadores de otro mundo que entran y salen, bajos fríos electrónicos y máquinas de ritmo metálicas, con voces que sobrevuelan el caos. La secuencia sintetizada fantasmagórica en la mitad de la canción es una adición de Yorke – un débil ademan que acentúa la atmósfera cautivante. «Le agregó el riff modular que comienza a la mitad de la canción. Es un arreglo inusual; agregó varios fragmentos a lo largo del álbum que pensó ayudarían al todo», dice Pritchard. Yorke agrega que incluyó «algunas cositas divertidas – excusas para probar efectos especiales y cosas modulares. Pero me limité mucho en términos de cuánto me tomaría para hacer esto. No me permití sobrepensar las cosas», agrega.
Tall Tales se siente como una colección de historias y cada canción tiene una identidad distintiva. «Bugging Out Again» es una gema arrítmica con una secuencia de bajo gradual y sintetizadores melancólicos que suenan claramente influenciados por el fluir cósmico de Cluster o Harmonia – las voces de Yorke son procesadas con efectos, y eso potencia la idea de aislamiento. «Back in the Game» es una pieza de synthpop pulsante con una línea principal dentada y un estribillo agridulce; los instrumentos de viento amenazantes enfatizan la idea de nerviosismo.
Con sus acordes frágiles y temblorosos, «The Spirit» es una oda hermosa a el indomable alma humana, y presenta una de las voces más emotivas que Yorke haya grabado hasta ahora. En «Gangsters», bleeps siniestros viajan a través de un ritmo oxidado, que sirven como base para una hermosa ejecución transpuesta a tonos altos y bajos, que crean la ilusión de varios cantantes.
La sensación que envuelve a Tall Tales es un humor confundido que vacila entre la melancolía y la amenaza. Como Pritchard comenzó a trabajar en el álbum durante 2020, uno puede imaginar que la atmósfera deriva del miedo y las dudas de la época de la pandemia, pero él había escrito la música mucho antes de que eso sucediera. Admite, sin embargo, que lo atraen los sonidos oscuros. «Desde mi lado del proyecto, no fue una reacción a lo que pasaba afuera», dice. «Creo que me gusta la música distópica, triste u oscura y tenebrosa. Siempre me gustó, pero también me gusta la música alegre».
Aunque la música de Pritchard no fue un producto de esas épocas turbulentas, es claro que las letras de Yorke si lo fueron. La política siempre permeó la música del cantante – a veces indirectamente, aunque muy directamente en ocasiones. Aquí, el subtexto de las canciones es difícil de ignorar. «The White Cliffs», con su aire de resignación, se siente como un comentario sobre la crisis climática y como la inoperancia o ignorancia nos están llevando lento pero seguro al desastre. «Solamente promesas vacías / cada tanto», canta y evoca las platitudes que los políticos mencionan para calmar a los votantes, y cuando suavemente arrulla «Por favor, no mires / pero te estás ahogando», es paralizante. En la canción que da nombre al álbum – probablemente la más siniestra de todas – voces retorcidas computarizadas se mezclan con voces humanas mientras una capa de sintetizador helada se desplaza por lo bajo. En la confusión, líneas como «entra y cerrá las persianas», «poné una película de tiempos mejores» y «dos payasos contando historias exageradas» aparecen de la nada.
Según Pritchard, la canción captura los tiempos aterradores cuando la Internet estaba llena de voces digitalizadas enojadas, cuando las teorías conspirativas estaban a la orden del día y líderes ineptos estaban a cargo (no muy diferente a hoy en día). «Esa canción me recuerda al sonido de las redes sociales en 2020 – caos de ruidos, voces de gente, y las locas peleas que sucedían todo el tiempo en línea y toda esa mierda», dice. «Es tenso. Las voces computarizadas .. realmente quería que sean un poco agresivas y molestas, pero equilibradas para que no sean demasiado. Si miras a la canción en el contexto de todo el mundo encerrado, todo el mundo en línea .. los gobiernos en todo el mundo estaban haciendo cagadas por todos lados; no lo manejaron bien».
«Estos ‘dos payasos contando cuentos exagerados’ – siento que fue una indirecta al gobierno conservador [de UK] y también a Trump, que estaba terminando su terrorífico primer mandato. Atacar el poder de turno es un tema general, y Thom lo ha hecho por años».
Cuando le preguntamos por el título, Thom Yorke citó a 1984 de George Orwell. «Somos diferentes a las oligarquías del pasado … nada existe más que el presente eterno en el que el Partido siempre tiene la razón», dice y sugiere paralelos entre nuestro momento político – la administración de Trump, el control oligarca del Big Tech y el efecto de ambos en el mundo entero – y la distopía presentada en el libro.
Otra canción que captura nuestro precario presente es «Happy Days»; la pieza central del álbum es sin duda la canción más inusual. Aquí se combinan un ritmo alegre de banda marchante y un desenvuelto órgano con una línea de sintetizador amenazante que evoca figuras fantasma bailando en un salón abandonado mientras los alaridos de oboes y clarinetes – adornando el ritmo a medida que se completa – te hacen pensar en un desfile que pasa por un circo diabólico. Probablemente lo más extraordinario de la canción es la variedad de voces que Yorke usa a lo largo de la canción. En partes suena como un periodista correcto o quizá un funcionario del gobierno del pasado, solo para que momentos después su voz sea alterada con un cambio de tono cuando canta «ahogándome en el profundo mar azul» con su falsete habitual. Las líneas habladas «mejores días» y «muerte e impuestos» suenan tanto terriblemente preocupantes y oscuramente graciosas. «Esta estaba bastante lista», comenta Yorke; «cuando Mark me la envió, no necesitaba nada extra. Era una especie de temazo de Mark Pritchard compuesta con un órgano casero de los 60s, por lo que necesitaba algo igualmente inglés sesentoso y muy sarcástico que combine». «Lo vas a amar u odiar», agrega Pritchard. «Fue una de las canciones más difíciles de terminar bien, pero era una que sabía debía estar en el álbum. No creo que el proyecto pudiera tener sentido sin ella. Tiene un sonido como de instrumento de viento grave, que me encantó desde el comienzo, y luego le fui agregando cosas. Mi pareja me dijo que tiene como una onda de carnaval, o música de teatro… me gustan esas cosas, y creo que por eso salió así. Las voces de Thom en esa son increíbles – no esperaba eso. Se lució. Hay una [parte] que me recuerda a Monty Python… la parte de The Meaning of Life en la que Graham Chapman está vestido con una especie de medias, Terry Jones tiene el sombrero de elefante y unos brazos largos … creo que estaban en Battersea Power Station y lo que dice Terry es bastante surrealista, y lo dice de manera extraña. Hay una parte de las voces en los últimos versos de ‘Happy Days’ – ‘estoy seguro de que te gustará uno de estos / pero ¿quisieras uno de estos?’. La manera en la que Thom lo canta me recuerda a esa escena».
Yorke usa su voz como un instrumento versátil a lo largo de Tall Tales, acercándose a la electrónica para manipular sus palabras y procesarlas usando varios efectos. En «Ice Shelf», las recorta para crear un riff melódico y entrecortado, mientras que en «Gangsters» suena como una persona completamente diferente, variando entre voces con tonos altos y ultra bajos. «Me gusta destrozar mi voz – usé muchos cambios de tono y trasposiciones y análisis», dice Yorke. «Saca diferentes identidades, y eso ayuda a las letras». «Simplemente estaba probando cosas nuevas», agrega Pritchard. «Ha cantado muchas canciones en su carrera y quiere seguir encontrando formas de usar su voz. Creo que con esto encontró más libertad. Me impresionó lo que hizo. Para lograr esas voces, necesitás estar dispuesto a hacer cosas que pueden sonar muy estúpidas, y no tener miedo a hacer algo terrible. Un poco tienes que hacer cosas que suenan muy mal para encontrar fragmentos que suenan geniales; después eliminas lo que no sirve».
Otro de los momentos destacados del álbum es «The Men Who Dance in Stag’s Heads», que se siente como una canción muy diferente tanto para Yorke como para Pritchard. Las voces del cantante son graves y suaves, mientras que la música – producida por un harmonio – suena cálida y reconfortante. Podrías imaginarla como salida de un álbum de John Cale o The Velvet Underground; según Pritchard, sin embargo, la inspiración fue Ivor Cutler – poeta escocés conocido por tocar el armonio. «Me gusta mucho», admite Pritchard. «Siempre me gustó el instrumento porque amo su música. Thom usó un tono bien grave, que es algo interesante. Creo que es esa voz grave, tipo Bob Dylan o Lou Reed, y no el falsete por el que todos lo conocen».
A lo largo de su prolífica carrera musical, Yorke se ha desafiado constantemente al trabajar con artistas como PJ Harvey o embarcarse en diferentes proyectos, como Atoms for Peace o más recientemente The Smile, con el baterista Tom Skinner y su compañero de Radiohead, Jonny Greenwood. En el álbum de la banda de 2024, Cutouts, algunos temas como «Don’t Get Me Started» y «The Slip» están marcados por la electrónica. «[usar] diferentes máquinas es como tener diferentes conversaciones – algunas cosas capturan tu imaginación y terminas volviendo a eso» asegura Yorke. «A veces trabajo con máquinas solo para encontrar cosas … una especie de improvisación, supongo».
Durante la producción del álbum, Pritchard estuvo tentado de poner guitarras en las canciones, pero Yorke sintió que debería ser mayormente electrónico. «Me gusta mucho la música independiente», dice Pritchard. «Pensé que había algo de espacio para eso en este proyecto; quería traer algo de eso pero Thom pensaba que no necesitábamos guitarras para esto, y lo entiendo».
Los sintetizadores inusuales que Pritchard usó para componer este álbum le dan al álbum su identidad singular. Cuando le preguntamos por su colección de sintetizadores, Pritchard nos dio una lista que incluye un Minimoog, un Yamaha CS-80, un Oddyssey ARP y un Synthi EMS, «que compré en los 90s cuando los podías comprar por un precio razonable».
En este álbum, redobló la apuesta y exploró archivos de sintetizadores de todo el mundo, buscó ofertas en línea, los intercambió con amigos e hizo buen uso del estudio Electronic Sound de Melbourne, que tiene una gran colección de piezas raras. «Aloja una colección ridículamente grande de sintetizadores, que son de diferentes dueños», explica Pritchard. «De hecho, Gotye es dueño de muchos de ellos. Es oriundo de Melbourne. Algunos donan a este estudio sintetizadores realmente extraños – que tiene en funcionamiento un buen sistema de membresía y sesiones a precios razonables. Algo así como 40 dólares por cuatro horas. Tienen sintetizadores que nunca antes había visto. Si visito alguna parte del mundo donde encuentro algo así, voy y grabo algo. Todavía tengo muchos sintetizadores, pero llega un punto en el que es como tener un auto de colección. Para mantenerlo funcionando, debes invertir en él».
Otra de las cosas oscuras del álbum es el Korg PS-3300, un sintetizador análogo polifónico ultrararo, que aparece en «Back in the Game». Existen menos de 100 unidades. Un Yamaha DX1 aparece en «A Fake in a Faker’s World», precursor del más famoso DX7. Acompañan a estos un sinfín de otros dispositivos más rudimentarios. «‘Ice Shelf’ tiene algo que encontré muy barato en eBay – un sintetizador Philips que no tiene teclas, sino que presionas una cinta de plástico. Tiene un grabador de cinta dentro».
Los sintetizadores que Pritchard consiguió de Vantage Keys – un estudio en Hampshire administrado por Steve Christie – son aún más inusuales. De aquí, el productor obtuvo hermosos sintetizadores valvulares de los 50s y 60s como el Ondioline y el Jennings. «Son una pesadilla en lo referido al mantenimiento, pero Steve tiene la capacidad de arreglarlos, porque se rompen todo el tiempo», dice Pritchard. Admite que le fascinan estos primitivos sintetizadores y las técnicas de grabación de pioneros de la electrónica como Joe Meek.
En «Back in the Game», Pritchard usó un preset de baterías de varios teclados y máquinas de ritmo arcaicos. En lugar de simplemente conformarse con su sonido metálico, se tomó el trabajo de procesarlos en Vintage Keys para que sonaran como si fueran grabados en una sala en vivo, logrando un efecto que es curiosamente parte acústico y parte electrónico. «En realidad le pedí a Steve que grabe un órgano Lowrey con siete sonidos de batería que salen cuando golpeas un pad», dice. «Es el órgano que The Beatles usó para ‘Lucy In the Sky With Diamonds’. Lo puse en capas con una máquina de ritmos de Mattel, la Synsonics. Creo que Kraftwerk usó una… son cuatro paneles, todo plástico».
Para Pritchard, un gran atractivo de estos frágiles dispositivos es el desafío de hacerlos sonar bien. Lo inspira la limitación, y cree que mucha de la mejor música es creada restringiendo posibilidades en lugar de tener infinitas opciones. Encontró la batería marchante de «Happy Days» por accidente, cuando colaboró con Bibio en el estudio, durante Under the Sun. No podía encontrar una forma de usarla, pero la inspiración llegó más tarde. «He desarrollado un amor por usar presets de máquinas de ritmo, porque hay cierto atractivo en usar un patrón que es ligeramente trillado», dice. «Pero si usas el tempo correcto y pones los efectos correctos, puede ser muy bueno. Siempre estoy buscando diferentes maneras de escribir [música] – trato de encontrar otras formas de hacer cosas para no hacer siempre lo mismo. Aprendí a lo largo de los años que imponerse limitaciones es bueno porque podés hacer casi lo que quieras con una computadora – cualquier sonido que quieras. Por eso, cada tanto es bueno poder decir ‘déjame intentar sacar algo de esto’. No siempre funciona, pero cuando si, puede ser algo decente».
El film que acompaña a Tall Tales, creado por el artista australiano Jonathan Zawada, agrega otra dimensión al mundo sonoro. La obra de Zawada generalmente se enfoca en la «interacción compleja entre tecnología y experiencia humana», y se manifiesta en diferentes formatos, desde dibujo y escultura hasta filmes y multimedia. Su arte ha sido expuesto en galerías alrededor del mundo y también ha trabajado con bandas y músicos como The Avalanches, Röyksopp y Flume. Cada canción en el álbum tiene su propia sección o narrativa individual, y Zawada emplea un sinfín de técnicas visuales y de narración sorprendentes, que van desde animaciones hipercoloridas y fondos pintados a mano hasta material de archivo en blanco y negro y películas modernas. Todas están entretejidas en una narrativa global que presenta una figura de ave humanoide avanzando por diferentes áreas de un paisaje, como si fuera el mapa de un videojuego, y deteniéndose en algunos puntos clave – como un faro o una fábrica.
En «Ice Shelf», el espectador ve un mar turbulento a través de un ojo de buey justo antes de que aparezca un bote salvavida en su distintivo color naranja. En otros fragmentos, personajes ultradetallados de plastilina con colores vívidos aparecen reunidos en una plaza, en la que otra figura sostiene la balanza de la justicia. Hay material del Manchester de posguerra en el que niños juegan entre los escombros de edificios que contrasta con clips animados de pulpos plateados y gusanos púrpura saliendo de calculadoras. La sección que acompaña a «Back in the Game» es una animación superrealista de payasos grotescos marchando por la calle, con máscaras o características extrañas.
Zawada, que originalmente comenzó a trabajar con Pritchard en Under the Sun, sabía que este proyecto le daría mucho espacio para dejarse llevar. Sin embargo, su trabajo originalmente seguía otra línea. «Ambos, especialmente yo, imaginamos que las 12 canciones podían ser diferentes cuartos de una instalación tanto como una película», explica. «No creo que la película – o inclusive los videoclips – eran la intención original, pero definitivamente son una manifestación de las canciones, y eso nos emocionaba».
La variedad del álbum animó al realizador a crear diferentes estilos e historias. Para él, era importante comunicar la onda única de cada canción, con imágenes que vayan con eso. «Lo que me encantó del proyecto desde que lo escuché por primera vez fue la variedad de sonidos», agrega. «Realmente quería que la parte visual sume a lo que la música comunicaba».
A pesar de que Zawada no tuvo influencia en el sonido del álbum, su película provee una brújula narrativa, que ayudó a Yorke y Pritchard a finalizar el álbum. «Creo que nos ayudó mucho verlo desarrollar la gama de ideas al mismo tiempo que trabajábamos en el álbum, y nos ayudó a ver el sentido general del proyecto», dice Yorke.
La transición entre lo orgánico y las máquinas es un tema central en el trabajo de Zawada y la ambivalencia de Yorke y Pritchard hacia varios aspectos de la tecnología se hace visible en elementos de su filme y tiene un marcado efecto. En un segmento, cintas transportadoras procesan un paquete en un depósito, antes de que termine en cintas que recorren las nubes. En otro momento, brazos robóticos – como los que hay en fábricas o en pinturerías de autos – crean piezas de arte intrincados. Primero se ve algo que parece un Rothko, y después aparece una creación surrealista, digna de Dalí. Hacia el final, la cámara abre el plano y hay un sinnúmero de brazos robóticos realizando la misma tarea.
En otra secuencia, vemos piezas de arte siendo tiradas por la ventana de «un museo». Se siente como un comentario sobre los peligros de permitir que la automatización tome control de las cosas que nos hacen humanos, y resuena con la sensación de que la creatividad actualmente está en peligro en manos de la incipiente inteligencia artificial. Tall Tales, un trabajo creativo completamente audiovisual, se siente como un muro protector contra eso; casi un desafío – visual, sonora y líricamente. Yorke tiene mucho que decir sobre eso.
«No había pensado en eso en esos términos, pero creo que tienes razón», dice. «Somos, siguiendo el lenguaje moderno, ‘creativos’ – un término que encuentro muy ofensivo porque llegó cuando el arte se convirtió en contenido para dispositivos. En mi opinión, en la música, el arte y cualquier otra industria creativa, la inteligencia artificial es capaz solamente de crear variaciones de expresiones artísticas humanas genuinas, y eso es obvio. ¿Es la IA capaz de crear pensamientos creativos originales? Tenemos que esperar y ver. Analiza y roba y crea iteraciones sin darle crédito al material humano que analizó. Crea facsímiles pálidos, que tienen tanta utilidad como el autoacompañamiento, o un protector de pantalla de un hermoso paisaje natural en el bunker de un multimillonario. Pero la estructura económica está mal en términos morales … la actividad humana usada por la AI para falsificar su creatividad no está reconocida. Los escritores no reciben pagos. Es una especie de pesadilla extraña y tecnológica y parece que eso es lo que la industria tecnológica hace mejor. Una devaluación del resto de la humanidad pero no de ellos mismos, escondidos detrás de la tecnología. Estamos viviendo la aparición de esto en la política en los Estados Unidos actualmente… ‘relatos exagerados’, ¿no?».
Zawada dice que usó muchas técnicas diferentes en la realización de la película, desde animación 3D hasta dibujos y pintura en acuarela, que superpuso digitalmente al crear algunos fondos. Incluso intentó algo de acción en vivo para algunas partes, pero no era lo correcto. Irónicamente, AI fue parte de la ecuación del arte digital. Sin embargo, Zawada – como artista – tiene sentimientos encontrados sobre esto. «Trabajé con herramientas de AI en la producción de parte del material y en otros proyectos por un largo tiempo», explica. «Ha sido una gran preocupación para mi; mi perspectiva es que nunca me ha resultado fácil ni criticarla ni celebrarla. Eso fue gran parte de lo que quería expresar, pero también una de las cosas preexistentes. No estoy seguro de dónde viene esto, pero durante todo el proyecto parecía haber una insinuación a la falsificación. Toda la idea de la AI está relacionada a eso; y si hablas de falsificación en el siglo XXI, la AI es el experto, siendo honesto. No hubiera podido terminar este proyecto sin la ayuda de las herramientas de AI, ya que hice todo yo mismo», continúa. «Reconozco que eso significa que no le di empleo a otra gente en parte de la producción de esto. Hablando personalmente, llegar a donde estoy y aprender lo que aprendí fue posible porque existí antes de la AI, cuando gente joven tenía la tarea de hacer cosas pequeñas. Es algo bastante complicado de explicar, en muchos niveles – desde lo personal hasta lo artístico, pero también desde lo creativo, lo social y lo económico».
La discografía de Mark Pritchard es extensa. En la última década, ha colaborado con el vocalista Steve «Spacek» White en el proyecto Africa HiTech – que se sumerge en el género footwork de Chicago -, ha hecho música para Trim, el MC de grime londinense, y se ha inmerso completamente en su amor por la psicodelia en sus colaboraciones con la leyenda del acid folk Linda Perhacs y The Space Lady, en sus propios álbumes. «He estado trabajando en cosas que quizá puedan definirse como new wave», dice al dar detalles de sus proyectos actuales. «Algunos son más krautrock; se ha colado de a poco en muchos de los proyectos que encaré. Hay cosas más ambient y folk». Pritchard mantiene una curiosidad por los sonidos viejos y nuevos. Últimamente, ha estado incursionando en la música de Ecuador, Chile y Egipto. «A veces es para samplearla, a veces para inspirarme – la onda, las escalas que usó la gente … todo es válido para salirte de lo que usualmente haces», dice. Lo fascinan en igual medida las técnicas antiguas de grabación, y los micrófonos y parlantes que hacen que la música grabada en los 30s, 40s y 50s suene de la manera que suena. Hasta hace poco, su estudio estaba en su sótano, y relativamente aislado, pero ahora se mudó a un complejo de estudios con grandes ventanas, compartidas por muchos otros músicos. Para Pritchard, parte de lo que ama de hacer música es que se puede perder en el proceso. «Hacer música, para mí – y creo que por eso amo hacerlo – es que puedes desaparecer, entrar en un trance y por lo que dura el proceso no te afecta la mierda que sucede en el mundo o en tu vida».
La película de Tall Tales será exhibida en cines alrededor del mundo este mes, dándole la oportunidad a miles de sumergirse en la experiencia audiovisual completa. Más allá de este proyecto, Mark Pritchard ya se encuentra trabajando en nuevo material junto a Trim, y en otra cosa, más orientada al club. Tanto como influye en él la música de otras décadas, su objetivo es siempre crear algo que suene completamente nuevo. «He estado escribiendo cosas de los 40s y 50s – una vuelta a esos períodos para inspirarme de manera diferente y producir un sonido completamente diferente», revela. «Pero no quiero hacer un álbum que suene como un álbum de los 50s – ese es el desafío. En Tall Tales, todo es distópico y en acordes menores. Puedo hacer eso, voy a seguir haciendo eso, pero quiero encontrar otras formas de hacer cosas también.»