Texto original por Robert Everett-Green
Publicado en The Globe and Mail (Canadá) el 14.06.2006
Todo en su lugar. El slogan de una canción de Radiohead (y su inevitable ambigüedad) parecen sintetizar los pensamientos de Thom Yorke al sentarse a hablar en un hotel de Toronto sobre sus recientes aventuras como miembro de una banda, músico, ciudadano y padre.
Nos encontramos después del desayuno, durante una pausa en una gira que hasta ahora viene siendo más distendida que otras excursiones de Radiohead y, a los 37 años, Yorke parece sereno y relajado. Las presiones de los años recientes parecen haber disminuido, y la vida familiar (tiene dos hijos) le sienta bien. La banda ha estado grabando nuevamente a pesar de (o quizá debido a) que no tienen un contrato discográfico. Yorke tiene un álbum propio listo para ser lanzado el mes próximo a través de XL Recordings, hecho con la idea de divertirse y explorar junto al productor habitual de Radiohead, Nigel Godrich.
«Fue como si nos dejaran solos en la sala de herramientas», comentó sobre sus sesiones con Godrich. Tomó solo siete semanas terminar The Eraser – nada a comparación de las maratónicas sesiones en el estudio de Radiohead.
Yorke pasó su carrera borrando las divisiones entre la razón y el instinto, el cuerpo y la mente, el orden y el caos. Trabajar con computadoras le dio nuevas formas de ver qué tanto caos se puede mantener en una situación en la que la precisión y la perfección son fáciles de conseguir.
«Una de las razones por las que queríamos hacer esto fue para encarar todo desde y trabajar casi solo con computadoras, y aun así mantener la vida y la energía en la música», comentó. Le pareció ridículamente fácil generar material… «tan fácil que sientes que estás haciendo trampa».
Frecuentemente cortaba y pegaba fragmentos al azar, sin mirar la pantalla, y después escuchaba los resultados para ver qué habían logrado la suerte y el ritmo del proceso. Lo difícil, dice, no era hacer sonidos sino reconocer cuál era el adecuado.
«No era todo azar», aclaró, «porque sabía a grandes rasgos dónde quería llegar. Como decía Nigel: si tienes una idea, es divertido; si no la tienes, es una pesadilla…
No encaré el proyecto esperando hacer canciones. Comenzó con fragmentos al azar. Creo que pensé en grabar voces, pero pensaba más en términos de fragmentos que luego se transformaran en parte de la trama, no el elemento principal. Pero tan pronto como repasamos las maquetas iniciales, fue obvio que resultarían bastante directas. Nigel básicamente me arrastró forzosamente al concepto de que eran canciones».
Su resistencia no era solo hacia el concepto. Si estas piezas eran canciones propiamente dichas, pensó, habían surgido de la forma equivocada. «Estaba acostumbrado a tener las letras previamente», comentó. «Componer en base a secuencias y samples es mucho más difícil. Cuando las escuchás una y otra vez, no podés reaccionar espontáneamente a ellas, siempre de forma diferente. En términos prácticos, las escuchas una vez, te alejas y volvés después para hacerlo de nuevo, lo que lleva mucho tiempo.
Al final, tuve que alejarme un poco y aprender a tocar bastante del material solo, como pudiera, para poder terminar las letras. Tuve que enseñarme a mí mismo como tocar las canciones que había escrito a medias con secuenciadores, en un momento en el que no estaba mirando lo que hacía. Fue algo bastante loco tener que aprenderlas así».
Ya había hecho algo similar con Kid A y Amnesiac, álbumes grabados sin pensar mucho en el lado en vivo. Tener que idear versiones que se puedan tocar en vivo los obligó a ver las cosas desde otro ángulo.
Una canción («The Clock«) comenzó en su casa, influenciado por un álbum de música árabe lleno de riffs de guitarra repetitivos y muy rápidos. Hizo algo similar usando fragmentos cortos repetidos que eventualmente se convirtieron en la base de una canción sobre perder el control mientras simulas «que todavía tenés el control». Sin embargo, la canción tomó un giro maniático cuando quiso terminar las letras tocándola en la guitarra.
«Sonaba como una canción desquiciada de Johnny Cash», dijo, mientras agitaba la cabeza. Pero a otra canción, «Black Swan«, le favoreció la transformación humanizante y llegó a tener partes de guitarra que le gustaron lo suficiente a Yorke y Godrich como para dejarlo en la versión final.
El álbum muestra inevitablemente sus orígenes computarizados mientras que el material nuevo de Radiohead – que está apareciendo en los sets de esta gira – parece estar volviendo hacia una estética rockera más directa. The Eraser en su totalidad puede verse claramente relacionado a la discografía de Radiohead, especialmente en su belleza superficial y la sensación de inquietud de fondo. Inclusive al cantar una canción de amor, como «Skip Divided«, Yorke suena tenso y vulnerable y las letras dejan entrever que la diferencia entre amor y aborrecimiento puede ser pequeña. Como siempre, es casi imposible separar lo personal, lo político y lo mitológico.
«Harrowdown Hill» tiene partes que suenan a canción de amor («estoy volviendo a casa, seca tus ojos»), pero las lineas iniciales suenan amenazantes («te eliminarán cuando te conviertas en un inconveniente») y otras suenan a confrontación política oscura («hay tantos de nosotros que no nos puedes contar»). Yorke ya había avanzado en la composición cuando se dio cuenta de que se trataba de David Kelly, inspector de armas químicas en Irak, que se suicidó en 2003 después de aparecer implicado en una fuga de información de la inteligencia Británica sobre armas de destrucción masiva. El cuerpo fue hallado en un bosque cerca de la antigua escuela de Yorke en Oxfordshire.
«El gobierno y el Ministerio de Defensa están implicados en su muerte», dice Yorke. «Son directamente responsables por exponerlo y ponerlo en una posición de tanta presión que simplemente no pudo soportar; sabían lo que hacían y lo que provocaría… no me siento cómodo con la canción ahora porque es una tragedia personal y la familia del Dr. Kelly todavía está llorándolo. Pero también sentí que no escribir al respecto sería quizá peor».
En el contexto público, para Yorke, todo no está en su lugar. Le han asignado el rol de portavoz de Friends of Earth pero cuando llegó la oportunidad para encontrarse con Tony Blair, decidió que estaba tan disgustado con las políticas del gobierno respecto al medioambiente y a la guerra en Irak que la reunión no tendría sentido.
«Es un período tan oscuro en la historia de nuestro país. Hay grandes problemas que no se visibilizan en Occidente, y hay gente que trata de ocultarlos del imaginario colectivo».
El título del álbum, The Eraser, es una referencia a los actos de descuido deliberado, algo a lo que Yorke se ha puesto más sensible desde que fue padre. La familia de Radiohead incluye ahora 11 hijos, cuyas demandas tuvieron mucho que ver con la pausa de 18 meses previa al retorno al estudio.
«Tomamos la decisión consciente de ser buenos padres. No nos vimos mucho y fue complicado volver a juntarnos porque la vida hogareña es absorbente. Pero tenés que trabajar, tenés que seguir», dijo.
«Para nosotros, lo más importante ahora es pasarlo bien en el estudio de nuevo, porque por mucho tiempo ha sido una tortura estar ahí. Pasamos mucho tiempo sin llegar a ningún lado. Mi preocupación principal era que la idea de hacer un álbum no se convierta en una pesadilla. Si hacemos algo que realmente nos guste, quizá podamos lanzarlo apenas esté listo».
O no. Juzgando por la cálida respuesta al concierto de Radiohead en Toronto la semana pasada, los fans parecen listos para esperar lo que sea que la banda decida hacer.