Texto original: Niall Doherty / Fotografías por Alex Lake.
Una mañana de sábado a fines de Abril, un sobre marrón e inocuo apareció debajo de las puertas de un puñado de fans británicos de Radiohead. Adentro había un papel A5 carbónico con una imagen abstracta arriba y un mensaje siniestro debajo, que decía «canta la canción barata que dice / quema a la bruja / sabemos donde vives». No estaba firmado, pero en el extremo inferior derecho estaba grabada la cabeza de oso, símbolo reconocido por los seguidores de Radiohead como lo más cercano a un logo que tiene la banda.
Este comunicado al viejo estilo comenzó una ola de especulación. Los destinatarios compartieron sus imágenes en la red; prácticamente todos los sitios de música del mundo publicaron una historia hablando de ellos. Habían pasado cinco años desde el último álbum de Radiohead y esto era el comienzo de un torrente de actividad, como un volcán que comenzaba a escupir chispas de una erupción. A lo largo de la semana siguiente, el sitio web de la banda y las cuentas sociales fueron vaciadas antes de revivir con dos excelentes temas. Los golpes urgentes y orquestados de «Burn the Witch» llegaron primero, para ser sucedidos por el hermoso «Daydreaming». Finalmente, el domingo 8 a las 7pm, al mismo tiempo que Springwatch terminaba y Antiques Road Trip [ambos programas de la BBC Two] comenzaba, el noveno álbum de Radiohead, A Moon Shaped Pool, era lanzado. El evento convirtió una noche de domingo cualquiera en un evento de escucha mundial; fans publicando reacciones y teorías en Twitter. Nueve años después de marcar el camino en los métodos de «lanzamientos sorpresa» con In Rainbows, Radiohead había creado otro evento musical. Todavía eran importantes.
Lunes, 23 de Mayo. Es una noche cálida en París. La lluvia torrencial dio lugar a leves nubes y ahora, mientras miles de fans llenaban el Parc de la Villette, el sol se asomaba. Esa noche Radiohead tocaba en Le Zenith, un local con capacidad para 6300 personas ubicado en la esquina superior derecha del parque. Es la tercera fecha de un tour mundial disperso para promocionar A Moon Shaped Pool. Para cuando se terminen las fechas – en Austin, a mediados de Octubre – Radiohead habrá tocado 26 shows a lo largo de cinco meses. Cuatro años después de su último tour, Yorke, O’Brien, Colin y Jonny Greenwood y Selway parecen estar readaptándose al trabajo de ser una de las más grandes bandas del mundo.
En el lobby de Le Zénith, los fans se agolpan en el puesto de merchandising admirando los nuevos productos. El dinero va y se convierte en buzos, remeras, libretas bordadas, bolsas de compras, una colección de postales, parches varios, una bufandas o una botella de agua personalizada. Dentro del recinto, la felicidad se siente en el aire cuando las luces se apagan a las 9pm. Una voz pregrabada de Nina Simone diciendo «te diré lo que la felicidad es para mí; es no temer!» se deja oir mientras Radiohead toma el escenario y comienza a tocar «Burn the Witch», reemplazando las urgentes cuerdas por guitarras distorsionadas y y la fulgurante percusión de dos bateristas. Las primeras cinco canciones del recital siguen el orden del álbum; es un comienzo lento pero atrapante que termina con el ritmo pulsante de «Ful Stop», donde Yorke provoca al público con un teclado de mano, como un borracho en una fiesta de niños.
De ahí en adelante, el setlist se compone de clásicos de siempre, clásicos más recientes y canciones que se sienten como tales aunque no lo sean – esta noche es una de esos shows raros, hermosos donde todo lo que suena parece especial. En este aspecto, Radiohead está por arriba de cualquier otro. Fluctúan entre el alocado drum’n’bass de «Idioteque», el folk de «Desert Island Disk» y el giro desenfrenado y rockero de «My Iron Lung» pero lo hacen parecer páginas arrancadas de un mismo libro. El momentum crece: Yorke, que viste pantalones de cuero, se ríe y la audiencia, emocionada, grita y le da la bienvenida a «No Surprises», para luego cantar cada palabra y convertir un himno oscuro en uno universal.
22 canciones después, regresan para un segundo encore y tocan «Creep» por primera vez en siete años. Antes de que Yorke entone la última palabra, el público está abrazado y llorando, sintiéndose no tanto como una banda tocando una canción vieja sino como si alguien a quién amaran se hubiera despertado de la muerte. Se siente como un regalo – como Radiohead diciendo «estamos pasándola tan bien, y por eso aquí tienen ‘Creep'».
Después de eso, tocan «Pyramid Song» y uno de los mejores shows de Radiohead en mi memoria reciente se termina. La audiencia se escurre, en trance, hacia afuera del Parc de la Villette. En un cuarto en un piso superior, que probablemente haya servido de comedor en las horas previas, una fiesta post-show comienza. En un rincón hay una heladera llena de botellas de Heineken y Leffe. La pequeña reunión tiene como banda sonora a influencias de la banda como «Vitamin C» de Can y «Building Steam with a Grain of Salt» de DJ Shadow.
Uno por uno, los miembros de la banda se hacen presentes, recibiendo las felicitaciones de los familiares y amigos. Ed O’Brien es una presencia dominante y amistosa, con un aire relajado que te hace pensar que podría derribar cualquier argumento y hasta hacerte olvidar por qué discutían en primer lugar. «Esta noche fue muy divertida», dice. O’Brien dice que Radiohead se siente muy relajado actualmente; un contraste marcado con la primera vez que tocaron en Le Zénith en 1997 en el tour de OK Computer. Recuerda esos días como el momento «cuando todo es nuevo y uno simplemente se expande. Estábamos en la cresta de la ola y todo era un poco … ‘Oh Dios mío’. Por supuesto, en aquellos días éramos un poco más oscuros, lo que le daba otro toque!», agregó.
El documental de 1998 «Meeting People is Easy», capturó ese período de la banda. Comparando trabajos divertidos, el documental parecía mostrar que estar en Radiohead era tan divertido como un encargado de las cloacas, sin vestimenta de protección y con el manager de redes sociales de Azealia Banks. Thom Yorke fue presentado como un hombre con el peso del mundo y hasta el de otros más encima de él. Pero eso fue hace dos décadas y esta noche el cantante habla con muy buen humor, abierto a cualquier opinión; más como un instructor de pilates que un frontman torturado. Aprendió a disfrutar todo. «La primera mitad estaba inseguro pero después entramos en calor», dice sobre el show de esta noche. «La segunda mitad fue genial y los encores, sorprendentes. Lo que es raro, sabes, es que dependiendo en qué elijamos tocar lo podemos llevar para cualquier lado; como por ejemplo, elegir tocar ‘Creep’ o ‘No Surprises'».
Yorke dice que la idea de tocar «Creep» nació dos noches atrás, cuando tocaron en Ámsterdam y un miembro de la audiencia gritó pidiéndolo. «Creo que lo enloquecimos un poco cuando empecé a tocarlo», dice Yorke, «lo que fue una mala idea porque fue como encender una fogata». La banda decidió tocarlo durante el encore pero inmediatamente el equipo técnico se los prohibió porque no estaban preparados. Pero la idea estaba plantada – «Creep» estaba de vuelta. «Dijimos ‘veamos cuál es la reacción, solo para ver qué se siente'».
Hay mucho de eso con Radiohead; eso de ver como se siente. «Por ejemplo, tocamos ‘No Surprises’ solo para ver si se sentía bien», comentó. «Las canciones tienen fases en las que no se sienten adecuadas y después todo sale bien de nuevo. ‘No Surprises’ estuvo en una de esas por mucho tiempo. No lo tocamos una sola vez en la gira de The King of Limbs«. Dice Yorke que canciones como ‘No Surprises’ tienen que ser interpretadas de cierta forma para funcionar bien. «Si las tocas bien, es muy oscuro», dice. «Pero es como actuar. Estar al borde de la sobreactuación sin llegar a eso. Es solo que la letra es tan oscura. Cuando la tocamos, tenemos que hacerlo lento. Solo suena bien si suena frágil». Después nos hace referencia a los bateristas de orquesta de los 60 y 70, músicos que, para él, tiene un «swing artificial», y algunas grabaciones de Scott Walker. «A veces, el baterista de Scott Walker suena como si estuviera por caerse de su banco».
En un par de días, Radiohead se dirigirá a Londres para tres shows en el Roundhouse. Yorke dice que tocar en el Reino Unido es «un poco difícil» para él pero «es un truco mental nada más … esta vez no me afecta». Cuando Q le dice que todo el mundo tiene muchas expectativas por el show, dice «si, bueno, espero que eso haga que salga bien.» Deja salir una risotada al pensar en muchos padres mandando a dormir temprano a sus hijos para escuchar el álbum a las 7pm. Yorke no esperaba que el regreso de la banda tenga tal recepción. Dudaba si la gente todavía estaría interesada, después del largo parate luego de The King of Limbs. «Esperábamos lo opuesto», dice. «Amo esta banda pero no espero que nadie más lo haga». Hay momentos en los que no estaba seguro si habría un nuevo LP de Radiohead, pero asegura que eso pasa por su cabeza cada vez.
El cantante es consciente de que los cinco años entre The King of Limbs y A Moon Shaped Pool son el parate más largo entre álbumes de la banda. «Hay razones para eso», dice. El último verano, Yorke lanzó un comunicado anunciando su separación amistosa de Rachel Owen, su pareja, luego de «23 años de mucha creatividad y felicidad». Es imposible escuchar el nuevo álbum sin pensar que el rompimiento no es la fuerza motivadora de algunas de las canciones. Temas que han estado presentes a lo largo de los años en los shows ahora aparecen en tono melancólico: particularmente, «True Love Waits» – interpretado en el tour de The Bends en 1995 – y «Present Tense» – un tema reciente, estrenado por Yorke en 2009 – resuenan como dos de las grabaciones vocales más personales de Yorke.
La canción favorita de Yorke de A Moon Shaped Pool es «Daydreaming», «cuando la hacemos bien». «Hoy se sintió un poco laxa; usualmente es mejor», dice. La canción fue una de las primeras en las sesiones que se dieron en los estudios La Fabrique, de Francia, donde se grabó la mayoría de A Moon Shaped Pool. «Fue un avance», dice Yorke. «Es el equivalente a cuando hicimos ‘Everything in Its Right Place’. Hicimos eso y dijimos ‘OK, bien, de esto se trata…'». Yorke dice que cuando sugirió hacer «Daydreaming» – un tema de seis minutos y sin estribillo ni batería – tan al comienzo del show, el co-manager de la banda, Chris Hufford, le preguntó si estaba loco. Pero a Yorke le pareció que era la mejor solución. «No podíamos resolverlo, ‘¿cómo enganchamos a la gente?’ Había una gran parte de la gente que ya la había escuchado, así que estaba todo bien».
Yorke atraviesa el cuarto para saludar a un amigo justo cuando Colin Greenwood aparece en la escena. Toda la banda parece haber disfrutado el show de esta noche – el guitarrista Jonny Greenwood y el baterista Philip Selway están hablando en otro sector del cuarto – pero el bajista es al que más feliz se lo ve. «Thom estuvo fantástico!», dice. «No salió muy bien al comienzo pero nos puso a mi y a todos en la senda correcta». Greenwood dice que todo lo relacionado con el nuevo álbum está «saliendo de una manera maravillosa. Estamos muy felices».
Greenwood recuerda que Eddie Izzard [comediante británico] estuvo presente la última vez que tocaron en Le Zénith, en 1997. «Maldición», se dice a si mismo, «no hemos tocado aquí en años!». Se lo ve alegre mientras recuerda sus recintos favoritos de París. «El Bercy es lindo», dice, «¿han estado allí? Es un recinto cerrado, y por supuesto Le Bataclan. Una vez tocamos en un teatro ahí y Diana Ross vino al show. ¡Fue sensacional! Teníamos que llamarla Madame Ross. Creo que el lugar se llamaba Café de la Danse».
Al mismo tiempo que Greenwood se va a buscar más cerveza, le informa el jefe de prensa que Kate Bush estará presente en el show del Roundhouse de Londres la semana siguiente. «Ah, sin presión entonces! Kate es genial», dice, y agrega que recientemente le dio un tour por el estudio de Radiohead en Oxfordshire. Media hora después, la fiesta postshow se desconcentra. Fuera del recinto, O’Brien y Hufford se suben a los transportes que llevan a los huéspedes de vuelta al hotel de la banda. El trabajo por esta noche está hecho. Radiohead volverá en menos de 24 horas al lugar para dar otro show agotado.
Un par de días después, la banda hace su primer show de tres en el Roundhouse de Londres. Es un show imperdible en la capital. Una larga fila se forma en Chalk Farm Road y los fans que no lograron conseguir entradas muestran carteles pidiendo a los que tienen alguno de más. La anticipación tiene su correlativo en otra presentación eufórica, con un setlist que nuevamente muestra partes de todo el catálogo de la banda. La audiencia es bastante amplia, alternando entre los que presumen haber visto a la banda tocar para cinco personas y un perro hace años y los que presumen que ni siquiera habían nacido cuando salió OK Computer. La audiencia recibe el tema final, «Paranoid Android», como un bautismo y Yorke se regodea en la gente que desde lo más alto los aplauden con emoción. Luego de algunas oleadas y saludos, Radiohead se baja del escenario. No ha sido fácil, pero ahora Yorke aprecia esto. Todo está en su lugar correcto, y exactamente como debe estar.
publicado originalmente por Q Magazine en su número de Agosto 2016. Traducido por Leonardo Ebel.